Como al ritmo de la nostalgia del tango, el centro porteño ya no es lo que era. La pandemia de covid se llevó el trajín de muchos que nunca volvieron. Y ahora, con la derogación de las restricciones en el mercado de cambios, se volvió a modificar el paisaje de las calles céntricas de Buenos Aires: el grito de “cambio, cambio” atrae cada día a menos clientes a la sombra de los arbolitos, como se conoce a los compradores y vendedores informales de dólares. La decisión del Gobierno de Javier Milei de terminar —en forma parcial— con el cepo cambiario después de seis años de controles generó primero furor por la adquisición de divisas a través de los canales oficiales. Con el paso de los días, el frenesí inicial dio paso a la cautela ante el nuevo régimen de fluctuación de las cotizaciones y también al temor por su impacto en los precios y el costo de vida.La calle peatonal Florida, en el microcentro de Buenos Aires, es la zona más visible del circuito informal de divisas en Argentina, pero desde el lunes está casi desierto. Los turistas y argentinos que se acercaban hasta los arbolitos prefieren ahora comprar dólares en los bancos o las casas de cambio autorizadas. La cotización es casi la misma y evitan tener que caminar por oscuros pasillos hasta el fondo de algún negocio sin cartel en el que funciona una agencia de cambio.El miércoles, último día hábil antes de Semana Santa, los arbolitos ofrecían por cada dólar 1.200 pesos, 150 menos que una semana atrás, y pocos se acercaban a concretar la operación. “Estamos en bancarrota”, admite una mujer de mediana edad que desde hace cuatro años trabaja como arbolito a comisión en Florida. “Es el peor momento que recuerdo. Cambió el contexto por el fin del cepo y cambió la manera de cambiar plata, pero los precios no bajan”, dice, con fastidio. Otros vendedores se acercan y asienten, pero ninguno se quiere identificar porque el negocio al que se dedican está en un limbo legal.Un negocio en la calle Florida en Buenos Aires.Enrique García Medina (EL PAÍS)Las crisis recurrentes de Argentina han acostumbrado a los ciudadanos del país sudamericano a mirar el dólar como un termómetro de la salud de la economía. Cuando el peso se devalúa de golpe, los precios suben y todos se preparan para otro temporal que golpeará sus bolsillos. El viernes 11, Milei anunció el fin del cepo cambiario para los individuos —mientras sigue vigente para empresas y demás personas jurídicas, es decir para el sector que demanda y opera los mayores volúmenes del mercado—. También anunció un nuevo esquema de flotación para la cotización del dólar entre bandas: entre un mínimo de 1.000 y un máximo de 1.400 pesos.Muchos se apresuraron a protegerse ante la devaluación que preveían para el lunes siguiente. Supermercados y comercios aumentaron los precios de manera preventiva el fin de semana. El debut del nuevo régimen llevó el dólar oficial desde 1.074 pesos a casi 1.250 pesos, lo que implicaba una devaluación de la moneda nacional superior al 10%. Miles de personas con algún ahorro se apresuraron a comprar dólares por Internet en sus bancos o billeteras virtuales, para atesorarlos o con la esperanza de venderlos pronto a un precio mejor. Los sistemas informáticos de bancos y agencias estuvieron saturados durante horas por el aumento de la demanda y el precio del dólar se convirtió en motivo de conversación en las redes, los cafés y hasta en las puertas de los colegios. “¿Pudiste comprar?”, “¿a cuánto compraste?”, fueron preguntas recurrentes ese primer día. Una página web que compara el precio de compra y venta en tiempo real en cada entidad financiera corrió como la pólvora a través de los teléfonos celulares.Pero, con el transcurso de la semana, la realidad terminó siendo distinta. La cotización del dólar bajó hasta cerrar el miércoles en 1.160 pesos y las demás expresiones de la divisa —como el dólar blue o informal y los financieros— llegaron a ponerse casi a la par del valor oficial. Así, el furor por la compra minorista quedó en suspenso, a la expectativa, y los supermercados comenzaron a rechazar los nuevos precios con aumentos de hasta el 9% recibidos por los proveedores.El desconcierto por la reacción de los mercados cambiarios resultó opacado por la grieta que divide Argentina. Los partidarios de Milei celebran la estabilidad cambiaria como un paso irreversible hacia la normalización del país. Los opositores advierten que un modelo que requiere de un rescate financiero de 20.000 millones de dólares como el otorgado por el FMI no puede ser considerado un éxito y señalan que los precios siguen en alza pese al ajuste en salarios y jubilaciones y los grandes recortes del Gobierno ultra en educación, salud y ciencia, entre otros sectores.Uno de los ‘arbolitos’ donde se cambian dólares en la calle Florida.Enrique García Medina (EL PAÍS)Mientras, en el mundo financiero los operadores se muestran satisfechos con el nuevo régimen. “La implementación del esquema de bandas evitó, por ahora, una devaluación abrupta o una pérdida significativa de reservas. El salto cambiario fue más contenido de lo que suele observarse en estos procesos”, estima Pablo Waldman, gerente en Productores Exclusivos en la agencia de inversiones Balanz. “Tenemos un sistema cambiario mucho más razonable de lo que teníamos antes, que consistía en intervenciones totalmente discrecionales. Hoy hay un sistema avalado por el FMI que está funcionando sin intervención del Banco Central”, agrega. Para Federico Filippini, chief economist de Adcap Grupo Financiero, “la reacción del mercado” a las medidas del Gobierno fue “muy positiva” porque “mejora las perspectivas para el camino hacia la normalización”. “Tal vez”, añade, “lo que el mercado no estaba anticipando tanto es que el tipo de cambio comience a buscar el piso de la banda en lugar del techo”.A eso apunta, justamente, el plan de Milei: según explicitó el presidente, su idea es mantener el dólar lo más bajo posible. Cuenta, para eso, con los fondos frescos aportados por el FMI al Banco Central y con la falta de pesos, consecuencia del ajuste fiscal y monetario. La apuesta del Gobierno es seguir utilizando el ancla cambiaria para controlar la inflación y llegar en un escenario de estabilidad económica a las elecciones legislativas de octubre. Seis meses en los que se jugará gran parte de su futuro.Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región.

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