Nancy Knowlton nació hace 75 años en la ciudad de Evanston (Illinois, EE UU), pero pasó casi todos los veranos de su infancia junto al océano Atlántico. Sus abuelos vivían en el estrecho de Long Island, entre Conecticut y Nueva York, y fue allí donde descubrió que si a un caracol lo sacabas de su concha, no podía volver a entrar. Esas ganas de mirar, conocer, descubrir y entender la llevaron a graduarse en biología por la Universidad de Harvard y doctorarse en zoología en la Universidad de California. Lleva 50 años estudiando los arrecifes de coral y las criaturas que los habitan; entre ellas, también caracoles. Knowlton ha visitado España para ofrecer una charla en la octava edición del Festival Starmus, celebrado recientemente en la isla canaria de La Palma. En una conversación en persona con EL PAÍS, la bióloga estadounidense habla de cómo ha cambiado el fondo marino en las últimas décadas, de la pérdida de biodiversidad y la amenaza del cambio climático. Knowlton es crítica con las políticas del presidente de EE UU, Donald Trump, que describe como “una locura”, e insta a los científicos a unirse y alzar la voz; no solo como expertos, sino como ciudadanos. Pregunta. En 2009 empezó a dar charlas sobre las buenas noticias del océano, y a raíz de ello nació el movimiento Optimismo oceánico. ¿Por qué?Respuesta. En la Universidad de California creé un programa donde formaba a estudiantes en biodiversidad y conservación. Dábamos charlas a los alumnos sobre los problemas del océano y todas eran realmente deprimentes. En algún momento pensé que en la Facultad de Medicina, por ejemplo, no enseñan a los estudiantes a escribir obituarios, porque la medicina va de descubrir cómo mejorar las cosas. Lo único que estábamos haciendo nosotros era enseñar a los estudiantes a escribir obituarios cada vez más detallados sobre el océano. Así descubrí que incluso los profesionales de la conservación marina no tenían ni idea de los grandes éxitos en sus campos. Hay que dar a la gente la sensación de que puede hacer algo al respecto, de lo contrario, no les importarán los problemas y no actuarán. P. Aun así, hace una semana la administración Trump autorizó la pesca en la mayor área marina protegida del mundo, al noreste de Hawái, declarada durante el primer mandato de Barack Obama. ¿Cómo afecta esta noticia a la conservación marina mundial?R. Esto empeorará mucho las cosas y lo realmente absurdo es que empeorará la pesca, porque sabemos que cuando se crean áreas marinas protegidas, los peces que las habitan crecen y las hembras producen muchísimos más huevos. Es una relación exponencial. Esto se ha demostrado en diversos lugares, como en la Gran Barrera de Coral (en Australia), donde la mitad de los peces del arrecife provienen de áreas marinas protegidas. Y en Hawái, de hecho, aumentaron la capacidad pesquera gracias a la migración de los peces de las áreas protegidas a las zonas de pesca. No solo es malo para la conservación marina, sino que es realmente perjudicial para la pesca y la economía pesquera. Más informaciónP. ¿Le preocupa la oleada de despidos, cierre de programas de diversidad e interferencias políticas en numerosas instituciones y universidades estadounidenses?R. Se está desmantelando [el sistema de ciencia en EE UU]. Hay dos cosas que están sucediendo. Una es que se está deprimiendo a toda una nueva generación de científicos, cuyas carreras están siendo destruidas por estas medidas. Otra, en un sentido mucho más amplio, es que lo más difícil es restaurar la confianza. Por ejemplo, cuando se crea un área marina protegida, la gente debe tener la confianza de que, aunque habrá desafíos a corto plazo, las cosas mejorarán a largo plazo. Esa cohesión social es necesaria. La confianza en Estados Unidos y en la ciencia se están erosionando por estas decisiones. Esa ruptura es lo más difícil de reparar. Se puede, pero lleva décadas. Y lo mismo pasa con el colapso de los sistemas científicos. P. Los ataques a la ciencia no han parado, aunque universidades como Harvard están plantando cara a Trump. R. Cuando todo empezó, la gente estaba paralizada. Había demasiadas cosas sucediendo al mismo tiempo. Pero ahora han empezado a unirse y a decir: “No, esto no está bien”. Lo curioso es que todo [lo que lleva a cabo la Administración de Donald Trump] se justifica en términos de competencia con China. Y esto está fortaleciendo a China, en lugar de debilitarla. Todo esto no solo es horrible para las personas y para la diversidad, sino que también es contraproducente. Es una completa locura, además de una tragedia.P. ¿Cuál debe ser el papel de los científicos en este contexto?R. Tenemos que alzar la voz. Ahora bien, creo que la política es una cuestión de valores y la ciencia no aborda los valores. Los científicos no te dicen qué debes hacer, pero sí qué sucederá si haces ciertas cosas. Y en ese rol, los científicos tienen todo el derecho a alzar la voz como lo que son. Pero también pueden alzar la voz como ciudadanos y decir: “Me opongo a esto porque viola mi sentido de lo correcto”. La ciencia no dicta la política, pero te dice cuáles serán las consecuencias de una mala política. Y tenemos que hablar de ello.La bióloga Nancy Knowlton buceando en el océano Pacífico en una fotografía cedida.Stuart SandinP. ¿Hay miedo a significarse entre la comunidad científica?R. Muchísimo miedo. Yo ya estoy jubilada y no hay nada que nadie pueda quitarme. Tengo la libertad para expresarme y hablar como ciudadana, no como representante de una institución o empresa. Para las personas cuyos trabajos están en juego, es mucho más difícil. Para las universidades, que corren el riesgo de ser señaladas y atacadas, es aún más difícil. Y las organizaciones de conservación marina, por ejemplo, también reciben dinero del Gobierno estadounidense. Creo que algunas de las medidas de Trump serán derrotadas en los tribunales, pero sigue siendo intimidante arriesgar el trabajo o, en términos de una organización, la misión. Me compadezco de las personas que tienen que tomar estas decisiones. No son fáciles. P. En este contexto, ¿hay espacio para el optimismo? R. La gente se está dando cuenta de que la unión hace la fuerza. Tenemos que estar unidos para hablar sobre lo que está sucediendo y cuáles serán las consecuencias para el bienestar, no solo de la gente de Estados Unidos, sino del mundo. No es como si estuviéramos encerrados en nuestras habitaciones sin permiso para salir. Podemos hablar en lugares públicos, con nuestros amigos y vecinos. Y los jóvenes están realmente comprometidos. No les gusta ver cómo destruyen el futuro. Vengo de la generación que protestó contra la guerra de Vietnam, que luchó durante mucho tiempo. Y eso cambió el mundo. Podemos cambiarlo de nuevo. P. Volviendo a aquella época, al comienzo de su carrera, ¿cómo fue la primera vez que usted vio un arrecife de coral de cerca?R. Fue el verano de 1974, en la costa norte de Jamaica. Jamaica y el resto del Caribe han sufrido mucho la pérdida de coral, pero por aquel entonces los arrecifes de coral vivo se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El fondo estaba cubierto de corales espectaculares y el agua era cristalina. Se podía ver con total claridad a cien metros de distancia. Fue tan hermoso e inspirador que parecía que estarían allí para siempre. En ese momento no me preocupé por que les pasara algo.La joven bióloga Nancy Knowlton durante una de sus exploraciones en una imagen cedida.Michael BerumenP. ¿Qué ha cambiado desde entonces?R. Hemos perdido alrededor del 50% de todos los corales del mundo y los arrecifes se encuentran entre los ecosistemas más sensibles al impacto humano. En Jamaica, por ejemplo, hubo un gran huracán en 1980 que destrozó todos los corales. Los corales deberían poder recuperarse porque son como plantas: se rompen, recomponen y vuelven a crecer. Pero estos nunca volvieron. Fue una combinación de los efectos del huracán, la explotación pesquera y la falta de animales que se comieran las algas. Pasamos de tener el fondo cubierto de coral vivo a estar solo cubierto de algas. Esa historia se ha repetido en muchos otros lugares y el calentamiento global ha aumentado considerablemente los riesgos. Ahora, cada pocos años, a veces incluso cada año, se producen enormes olas de calor en el océano que matan aún más corales.P. ¿El cambio climático es hoy la mayor amenaza para el fondo marino?R. Definitivamente. No solo para los arrecifes de coral, también para los ecosistemas oceánicos de todo el mundo. Cuando empecé mi carrera, las amenazas eran la explotación pesquera y, en algunos lugares, la contaminación. Solíamos pensar en el cambio climático como algo de lo que tendríamos que preocuparnos en el futuro. Pero el cambio climático es ahora. P. ¿Cómo afecta a los arrecifes de coral?R. Los corales tienen dentro de sus tejidos diminutas células vegetales llamadas zooxantelas, que son muy sensibles a la temperatura. Si la temperatura sube uno o dos grados por encima de la media, la relación con el coral se rompe, son expulsadas y mueren. Las zooxantelas proporcionan gran parte del color a los corales, por eso su muerte se llama blanqueamiento. Cuando abandonan el coral, este se vuelve transparente y se ve su esqueleto. Es como si todo lo que cubre nuestros huesos se volviera translúcido. Los corales pueden sobrevivir a ese blanqueamiento si no es demasiado prolongado o fuerte. Si no, mueren de hambre y, si el calor es muy intenso, es como si se cocinaran.La bióloga Nancy Knowlton buceando en el océano Pacífico. Fotografía cedida.Michael BerumenP. Parte de su trabajo se centra en entender ese proceso y en la llamada biodiversidad invisible de los corales. ¿Qué es?R. Dentro de un arrecife de coral hay grietas y hendiduras, y ahí es donde reside toda la biodiversidad. Es como una selva tropical, donde la verdadera diversidad está en todos los pequeños insectos que se mueven por todas partes. En los corales hay cangrejos, camarones, caracoles diminutos y gusanos. La llamamos biodiversidad oculta porque no se ve desde lejos y porque, al ser diminuta, nadie la ha estudiado. Muchas de estas criaturas ni siquiera tienen nombre científico. Con dispositivos de rastreo, que colocamos en los corales durante un año, hemos llegado a encontrar hasta 700 especies diferentes. P. ¿Qué le ha enseñado el estudio de lo invisible?R. Te das cuenta de que las pequeñas cosas tienden a cambiar a un ritmo más rápido. Mucho está pasando [en el planeta]pero oculto a nuestros ojos. Es importante entender qué hace felices a los corales y qué los hace infelices, porque son los organismos que crean la ciudad submarina en la que viven el resto de criaturas del arrecife. Hasta ahora, hemos ignorado la mayor parte de la diversidad de los arrecifes de coral y su impacto. P. ¿Un ejemplo?R. Hay un tipo de caracol, llamado caracol cono, que libera neurotoxinas muy potentes para matar a sus presas. Esas toxinas en conjunto son peligrosas también para los humanos, pero por separado y en pequeñas dosis, algunas pueden actuar como analgésico. Es como el uso de bótox para eliminar las arrugas: en grandes dosis, el bótox es un veneno mortal, pero en pequeñas, es muy útil médicamente.

Nancy Knowlton, bióloga marina: “Los científicos tenemos que alzar la voz ante Trump” | Ciencia
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