En las páginas de su libro 50 secretos mágicos para pintar, publicado originalmente por la editorial neoyorkina Dial Press en 1948, el artista catalán Salvador Dalí (Figueres, 1904-1981) hacía referencia a uno de los secretos más curiosos de su arte, lo que él mismo bautizó como el método de “dormir con una llave”. Se trataba de microsiestas que Dalí realizaba durante el día. Para ello, se sentaba erguido en un sillón con apoyabrazos, sosteniendo una llave de metal pesado en una de las manos. Justo debajo de esa mano, colocaba un plato de metal boca abajo. ¿La idea? Que al poco de quedarse dormido, esa llave, al caer de su mano, golpeara en el plato y le despertara con el estruendo, a modo de un despertador rupestre. Según el artista, estas brevísimas siestas le revitalizaban física y psicológicamente y espoleaban su creatividad.Algo parecido hacía el científico Thomas Alva Edison (1847-1931). Es conocida la aversión del inventor americano al sueño. De hecho, le gustaba repetir que no dormía más de cuatro horas por noche porque consideraba el sueño una pérdida de tiempo. Eso sí, durante el día, se echaba microsiestas sosteniendo una bola de acero en cada mano. Al igual que Dalí, ponía una sartén debajo de cada mano, para que el ruido de las pelotas al caer le despertase. Esas siestas eran una de sus grandes fuentes de creatividad. La ciencia hace tiempo que ha desmontado la máxima de Edison: el sueño no solo no es una pérdida de tiempo, sino que es uno de los pilares más importantes de la salud. Sin embargo, esa misma ciencia parece avalar cada vez con más fuerza su intuición y la de Dalí: las microsiestas pueden suponer un impulso para la creatividad y para ayudar en la solución de problemas.“El sueño favorece la creatividad en dos momentos especialmente importantes”, explica Juan Antonio Madrid, catedrático de Fisiología de la Universidad de Murcia. Por un lado, durante el sueño paradójico, la fase REM del sueño, se producen ensoñaciones “vívidas, a veces alucinantes” que, en muchos casos, si se hace un esfuerzo por recordarlas, “pueden ser la base para escribir el guion de una película, para diseñar la escena de una pintura, o para cualquier otra cosa creativa”.Más informaciónSegún Madrid, el cerebro humano tiene una forma de funcionar durante los estados de vigilia: utiliza frecuentemente los mismos circuitos, promueve una forma estructurada de pensar y de razonar. En la fase de sueño REM, sin embargo, toda esa estructura se desacopla completamente, se pierde activación en las áreas prefrontales y se dan conexiones entre áreas cerebrales que habitualmente no se conectan entre sí. “Estas ensoñaciones son tan fuertes que parece que ciertas experiencias místicas o algunas visiones que luego forman parte de religiones o de narrativas de distintas culturas podrían haber aparecido en el sueño REM de algunas personas que las dieron por reales”, añade.El segundo momento, que vendría a refrendar las intuiciones de Dalí y Edison, se da en la primera fase del sueño, conocida como N1. Se trata de una fase corta (entre 5 y 10 minutos) de transición, de duermevela, a caballo entre la vigilia y el sueño, en la que podemos pensar que estamos despiertos, porque seguimos escuchando cosas del entorno, pero en realidad estamos empezando a caer en los brazos de Morfeo. “A esta fase casi nunca se le había dado importancia. Sin embargo, tiene una característica muy importante y es que aparece una mayor flexibilidad cognitiva, tu cerebro ya empieza a funcionar de otra manera. Siempre se había dicho que en el sueño N1 no había ensoñaciones, pero eso no es cierto, se producen sueños que incluyen pensamientos con una cierta lógica, diferentes a los pensamientos que tú tienes normalmente, lo que abre una puerta a la creatividad”, explica el autor de Cronobiología: una guía para descubrir tu reloj biológico (Plataforma Editorial, 2022).Lo que ha demostrado la cienciaDelphine Oudiette es doctora en Neurociencia Cognitiva y desde 2018 investigadora del Paris Brain Institute. Una de sus obsesiones han sido estas microsiestas creativas. En 2021 publicó en Science Advances los resultados de un estudio inspirado en la intuición de Dalí para probar el efecto del inicio del sueño (la fase N1) sobre la creatividad. Para ello, plantearon a los participantes un problema creativo y los dividieron en tres grupos. Los participantes del primero de los grupos realizaron la siesta de Dalí, los del segundo grupo una siesta más larga y los del tercero no tuvieron ocasión de dormir. ¿El resultado? Los miembros del primero grupo tenían un 83% de posibilidades de solucionar un enigma oculto en la tarea. Ese porcentaje fue solo del 30% cuando los participantes permanecieron despiertos, pero el efecto beneficioso de la siesta desapareció por completo cuando los participantes del segundo grupo alcanzaban fases de sueño más profundas.“Observamos una ralentización de la actividad cerebral justo antes de que se produjeran las caídas de los objetos. Esta caída impedía que los participantes pasaran a la fase N2. Sin embargo, también observamos que, en ocasiones, los participantes dejaban caer la botella incluso antes de alcanzar la fase N1. Estas caídas prematuras sugieren que esta técnica es sensible a los primeros signos de somnolencia y que, por tanto, a veces podría impedir que los participantes alcancen la zona creativa. Es decir, que dormitar con un objeto en la mano es eficaz para mantenerse en el punto óptimo de creatividad, pero solo si se consigue llegar a esa fase N1 del sueño”, explica a EL PAÍS.Qué pasa en el cerebro en ese momento para explicar este fogonazo de creatividad sigue siendo un misterio. La hipótesis de Oudiette es que la fase N1 ofrece una combinación ideal para la creatividad porque es un estado semilúcido que combina elementos tanto de la vigilia como del sueño. “Por un lado, comenzamos a desconectarnos del entorno, perdemos el control sobre nuestros pensamientos y experimentamos vivencias mentales intensas. Todas estas son características del pensamiento espontáneo, lo que favorece la creación de asociaciones entre diferentes conceptos y, en general, ayuda a generar ideas creativas”, sostiene. Por otro lado, según la investigadora, ocurre que durante este período no estamos completamente inconscientes y aún podemos monitorear nuestros pensamientos de alguna manera: “Esto podría ayudarnos a evaluar nuestras ideas, reconocer cuando tenemos un destello creativo y recordarlas si despertamos justo después”.¿Se podría aplicar esta técnica para resolver problemas del día a día, esas situaciones que se enquistan en nuestras vidas y a las que no encontramos salida? A Juan Antonio Madrid no le cabe duda. “Es una observación mía particular, pero mi sensación es que estas siestas también nos pueden ayudar a solucionar dilemas personales de igual forma que favorecen la resolución de problemas matemáticos o artísticos”, sostiene. Más cauta se muestra Delphine Oudiette: “Es demasiado pronto para afirmarlo. La tarea que planteamos en el estudio no se asemeja a los tipos de problemas complejos que queremos resolver en la vida real. De todas formas, mientras tanto, ¡no hay nada malo en probar!”.Incubar sueñosEn una revisión publicada en 2024 en Trends in Neuroscience por Oudiette y su equipo que recoge toda la evidencia científica existente hasta el momento en este campo, los investigadores califican a esta fase N1 del sueño como un “punto dulce creativo”. “Varios estudios recientes apoyan la idea de que la zona fronteriza del sueño es propicia para las chispas creativas”, puede leerse en el artículo.Esas chispas, además, se pueden alentar, como si de un fuego se tratase, mediante la incubación de sueños. “El sueño N1 tiene otra característica y es que se puede condicionar o dirigir con mayor facilidad que el sueño REM”, señala Juan Antonio Madrid. Ese condicionamiento, explica el experto, empieza antes de la siesta, pensando, leyendo o escuchando sobre el tema en cuestión, ya sea un problema matemático, un relato que se ha quedado estancado o una obra de arte que no avanza. Luego, en el tránsito al sueño, durante esa fase N1, mediante estímulos externos, se pueden suscitar también imágenes a través de palabras muy simples que recuerden el concepto, el problema o idea. “Así se aumenta mucho la creatividad y aparecen unas ideas que pueden ser revolucionarias”, añade el catedrático.Un estudio publicado en Scientific Reports en 2023 corroboró esta hipótesis. Liderado por investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), el estudio volvió a demostrar la existencia de un mejor rendimiento en tres tareas de creatividad tras el sueño N1. Sin embargo, fue un paso más allá, al utilizar una metodología para incubar sueños a través de un dispositivo que, al detectar que una persona entra en la fase N1 del sueño, le incita a soñar con un tema específico.A los participantes en el estudio se les dividió en cuatro grupos. A los del primero, mientras entraban en la fase N1 del sueño, se les incitó a pensar en un árbol. A los del segundo, se les llevó a esa fase N1 de sueño, pero solo se les pidió que observaran sus pensamientos. Los del tercero y el cuarto se mantuvieron en vigilia, en un proceso de divagación mental. A los del tercero se les indicó que pensaran en un árbol. A los del cuarto, por su parte, que observaran sus pensamientos. Al despertar, más del 70 % de las personas del grupo de siesta con incubación reconocieron haber soñado con árboles, por solo el 1,4 % del grupo de vigilia. Hasta aquí todo podría entrar dentro de la lógica. Sin embargo, a continuación, se les realizaron a los miembros de los cuatro grupos tres pruebas de creatividad validadas científicamente (la tarea de Narración Creativa, la Tarea de Usos Alternativos y la Tarea de Generación de Verbos).En todas ellas, el grupo de siesta con incubación obtuvo una puntuación significativamente superior. Concretamente, los participantes que durmieron la microsiesta con incubación de sueños dirigida mostraron un 43% más de creatividad que aquellos que durmieron la siesta sin incubación, y un 78% más de creatividad que los que permanecieron en vigilia.“Cuando se le pide a alguien que sueñe con un tema durante el inicio del sueño, puede tener experiencias oníricas que luego puede utilizar para estas tareas creativas”, explicaba en una nota de prensa Kathleen Esfahany, una de las autoras principales del estudio. En las conclusiones del mismo, los investigadores sostenían que los resultados obtenidos respaldan la hipótesis de que N1 permite “un estado cognitivo con mayor divergencia asociativa, facilitando la exploración de conexiones entre conceptos distantes, lo que puede ser un mecanismo potencial para promover la introspección creativa”.

El sueño creativo de Dalí: la evidencia científica demuestra el poder de las microsiestas | Salud y bienestar
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