Venía Carlos Alcaraz de un tramo complicado, sin ganar ningún trofeo de relumbrón desde Wimbledon y con la inevitable presencia de las dudas, eternas compañeras de viaje, así que le sabe a gloria este primer bocado en Montecarlo, el segundo de la temporada tras el de Róterdam, el sexto en un Masters 1000, el decimoctavo de su carrera en la élite; abandona a Àlex Corretja y apunta ahora con decisión a Carlos Moyà (20). Feos los últimos fotogramas de este domingo, porque el motor muscular de Lorenzo Musetti se ha roto y todo lo que acontece en el tercer set no merece análisis. Deambulante ya, el italiano apenas puede caminar y el duelo se cierra con un 3-6, 6-1 y 6-0, después de 1h 47m. “No me gusta terminar así, espero que no sea nada grave”, lamenta el ganador, el más joven que triunfa en el torneo de la Costa Azul desde que lo hiciera Rafael Nadal con 21 años en 2008; unido ya al mallorquín (11), Ferrero (2), Bruguera (2), Moyà (1) y Orantes (1) en el historial.Éxito y, por fin, felicidad para él, dado que en los últimos tiempos no había terminado de conseguir eso que tanto repite y que tanto necesita, de pasárselo bien compitiendo. “Ha sido un torneo difícil y con situaciones complicadas, así que estoy orgulloso de cómo las he resuelto”, explica, habiendo desbancado al alemán Alexander Zverev en el segundo escalón del ranking gracias a este último laurel. “Venía de un mes complicado dentro y fuera de la pista después de lo de Miami [donde fue eliminado a la primera por el veterano David Goffin]. Ha sido difícil gestionarlo y enforcarme en lo verdaderamente importante, pero el haber podido solventar esos problemas me pone supercontento. Hacía tiempo que no disfrutaba como esta semana, así que ahora tengo ganas de seguir”, agrega antes de alzar el trofeo y de disipar, ahora sí, esa incertidumbre que revoloteaba a su alrededor por haberse ido de manos vacías de la gira norteamericana.Más informaciónPero ha vuelto la tierra, el tenis está en Europa y él asoma con fuerza. No ha sido un torneo resplandeciente en términos de juego, pero, al fin y al cabo, Alcaraz ha impuesto de entrada jerarquía en una superficie de la que ha ido adueñándose conforme llegó el declive de Nadal. Ya hay huellas suyas en Umag, Buenos Aires, Río, Barcelona (2), Madrid (2) y por supuesto Roland Garros, y añade ahora esta pisada en Montecarlo, terreno de prestigio. Los grandes terrícolas vencieron aquí (Nastase, Borg, Vilas, Wilander, Muster, Kuerten…) y hoy hace cumbre él, después de una semana de giros y rectificaciones, de ir enmendándose sobre la marcha. Llegaba a la final con un promedio de errores elevado (33), pero ahí está el mantra al que se agarra siempre: si está ahí es para ganarlas, 78% de acierto. Tan solo ha cedido cinco, pero en las de mayor relevancia rara vez falla; acaso Cincinnati, pero entonces hizo frente a toda la grandiosidad de Novak Djokovic.Musetti, cabizbajo durante la final.Manon Cruz (REUTERS)No escapa esta final al desarrollo de toda la semana, al tenis excesivamente curvilíneo y demasiado oscilante de Alcaraz; sin continuidad, atravesando valles llenos de esqueletos. Apenas han transcurrido cinco juegos y su casillero de errores ya refleja 12, todos ellos cometidos después de un inicio esperanzador, con break arriba. Pintaba bien la cosa, pero se ha torcido de inmediato. El mismo guion de estos días en los que el murciano he tenido que navegar por aguas revueltas de forma constante, sin tregua ni respiro, pisando unos cuantos charcos por eso de quererlo todo rápido y ya, ahora o nada; obligado a apagar fuegos con demasiada frecuencia. Dicen unos cuantos expertos que debería aprender a aburrirse, a eso de pasar bolas durante las horas que haga falta, pero lo anuncia él mismo en la docuserie que enseguida llegará al catálogo de Netflix: A mi manera. Aprenderá y se pausará, pero Alcaraz es Alcaraz. Con todo lo que ello conlleva. Es decir, tenis al límite.Cuatro horas de diferenciaGuerrea durante todo el primer parcial con prisas y la mirilla desviada, al tiempo que Musetti, el Adonis pulido en las canteras de Carrara, empieza a desplegar la fabulosa combinación que persigue desde hace tiempo: lo estético y lo efectivo, lo artístico y lo competitivo. “No quiero ser el chico guapo que no sabe sufrir”. De entrada, con poquito extrae mucho, pero luego va poniéndolo todo de su parte, sin dejarse impresionar y tirando reveses y derechas deliciosas. Cada vez que se invierte, Alcaraz sabe que va a tener problemas. Le busca el español el reverso a un mano, pero ni por esas da con el buen camino. Resiste el italiano y va creciéndose, del 0-1 adverso al 4-1, y a la hora de cerrar dibuja un muñecazo liftado de fantasía, muy de Alcaraz en realidad. En tiempos de escasez imaginativa, de lo físico y lo frenético, reunir a estos dos virgueros parece una de las opciones más sugerentes; dos ferraris, sí, pero con ingenio abundante al volante.Más informaciónHasta aquí, inmejorable escenario para Musetti. Sin embargo, al italiano le caen de golpe encima los cinco partidos que ha disputado en las rondas previas, como si le hubieran lanzado un yunque de mil kilos desde lo alto del peñasco. Se le complica todo. Las cuatro remontadas acumuladas —solo Berrettini no le obligó a un tercer set— empiezan a pesarle demasiado en las piernas y los hombros, y lo que hasta hace nada era poesía se convierte ahora en penitencia, cinco a cero para Alcaraz en un abrir de ojos. Al murciano le está costando entrar en calor, pero conforme modera el ímpetu y adopta una disposición más sosegada va obteniendo réditos. Si no hay regalos, la historia cambia. Al de enfrente le cuesta un mundo llegar bien a la pelota y a él le basta con arriesgar menos y ponerlas dentro para abrir trecho con facilidad. Aquí no hay misterios: la tierra batida premia a los trabajadores. “No hay prisa, ¿eh? ¡Estate ahí, todo el rato ahí!”, le deslizan desde el banquillo.Alcaraz devuelve de forma acrobática.Manon Cruz (REUTERS)Se desliza y caza a bote pronto la bola que ya caía, y a continuación despacha un pasante de revés cruzado que corta el aire y precede a una intentona estéril de Musetti al final. Señor punto y dedo a la oreja: este soy yo, Montecarlo. Ya ha caído el segundo set en sus manos y el mar está muy bravo, con las nubes amenazando todo el rato con descargar y aguar la fiesta, pero mantiene el temple porque así debe ser; ahora sí, como tantas otras veces, parece que la final está esencialmente en su mano. La gana o la pierde él. Al adversario, fundido, le pesan hasta las pestañas y le duele el cuádriceps, la inserción del psoas, se mueve como buenamente puede. Esto es, malamente. Está reventado. Invirtió 11h 31m en las estaciones previas —casi cuatro más que el nuevo campeón— y lo poco que le quedaba se ha quedado en el primer acto del partido, así que poco más que hacer de ahí al desenlace. Triste la resolución, pero así es el deporte.Le masajean y lo intenta, por eso de no abandonar, de ser elegante, pero apenas puede trotar y ya vacío, tal vez roto, se entrega con disgusto. Llega así la primera coronación de Alcaraz en el Principado, otro objetivo tachado del mapa histórico. Necesitaba el murciano de un golpe de timón y llega aquí y ahora, con la tierra batida como plataforma para retomar el impulso. Insistía él en la calma y se cumple: no perdía la fe.“SI NO GANAS, LA GENTE HABLA MUCHO”A. C.Confiaba Alcaraz en revertir la situación y así sucede, aunque insiste en que su rendimiento hasta ahora no había sido malo. Números en mano, ahora mismo suma 710 puntos más que el año pasado a estas alturas y próximamente en Barcelona, adonde se trasladará de inmediato porque debutará el martes, ante un jugador de la fase clasificatoria, puede reforzar la progresión al no haber participado en la última edición.
“Cuando no ganas partidos o torneos, la gente habla mucho y no debo hacer caso a eso”, introduce en la sala de conferencias, donde añade que no tenía la sensación de tener que demostrar nada; “pero me he dado cuenta de que no debo estar pendiente de eso, sino centrarme en mí mismo. Este último mes he aprendido que debo pensar en mí, en mi equipo, mi familia y mis amigos, nada más; gane o pierda, debo ser feliz en la pista”.
Dice el campeón que el ranking “ya no es una prioridad” y que se queda con una frase de Samuel López, el técnico que le ha guiado en esta última experiencia: “Me dijo y, tal vez haya sido la clave, que tengo que enfrentarme a las dificultades. Tengo que enfrentarme a ellas, no evitarlas, ni preocuparme ni tenerles miedo, sino hacerles frente. Cuando te das cuenta de eso, vas por el buen camino”.
El éxito en Montecarlo le devuelve a la segunda posición de la lista de la ATP, que le arrebató Zverev a finales de noviembre. La diferencia entre ambos es muy reducida (125 puntos) y mientras uno competirá en el Godó, el otro lo hará en Múnich.
El que no podrá jugar en Pedralbes será Musetti, a la espera de lo que reflejen pruebas para conocer el alcance de su lesión. Hasta ese momento había ofrecido su “mejor tenis”, pero llegó el contratiempo y la alfombra roja para Alcaraz. “Tiene aura. Si hubiese estado al cien por cien, quizá hubiera podido mantener esa energía del primer set, que es lo que necesitas para jugar contra Carlos. Espero cobrarme la revancha”.

Alcaraz se reimpulsa con el título de Montecarlo | Tenis | Deportes
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