Desnortada, errática, vacilante y caótica. La entrada de Mickey Rourke (Nueva York, 72 años) en la casa del Celebrity Big Brother británico admite los mismos calificativos que sus últimos años ―¿o décadas?― de carrera. El actor, que se convirtió en icono generacional con títulos como 9 semanas y media (1986) o El corazón del ángel (1987), ha vuelto a los titulares de la prensa internacional esta semana con motivo de su ingreso en el formato de telerrealidad que emite la cadena ITV en su versión de famosos. Una palada de tierra más en el hundimiento de una carrera que, pese a los atisbos de resurrección, jamás consiguió recuperar su fulgor ochentero y que él, justificando la arriesgada decisión de sumarse al elenco del reality, asegura que se “está yendo por el retrete”. “Era esto o una película independiente realmente mala, y estoy hasta aquí de hacer películas independientes muy malas”, confesó en el tabloide The Sun. De todas las malas ―malísimas― decisiones tomadas por Rourke en el último medio siglo, quizá esta sea una de las más cuestionables.Son estos mismos diarios sensacionalistas quienes ya alimentan sus digitales con el comportamiento desconcertante en la casa de una estrella aturdida física y emocionalmente, una parodia de sí mismo con predilección por el autosabotaje y vigilada ahora por cámaras 24 horas. En apenas cinco días, ha sido noticia por los tocamientos y miradas lascivas que le dedicó a la presentadora del programa, AJ Odudu; por cepillarse los dientes en el fregadero de la cocina; o por el irreconocible aspecto de un rostro sometido a un sinfín de operaciones con motivo de los golpes recibidos en el cuadrilátero ―debutó como boxeador a los 12 años―. Según sostienen los medios británicos, Rourke es el mejor pagado de la edición con un cheque cercano a los 600.000 euros, una cifra que los productores consideran idónea por ser “una bala perdida, impredecible y que puede atraer a muchos espectadores si se rompe bajo presión”. Estaban en lo cierto: la organización ya ha tenido que llamarle la atención tras utilizar expresiones homófobas contra una de sus compañeras, la cantante de 21 años JoJo Siwa, en una controversia que ya ha sido recogida hasta por prestigiosos medios de Hollywood, como Variety. Y también ha intentado saltarse las normas al negarse a nominar (al final, señaló al político conservador sir Michael Fabricant). En la primera semana, él es uno de los tres candidatos a abandonar la casa. Su rehabilitación mediática es una quimera.Más informaciónA tenor de su trayectoria, ese colapso era más que probable. Él mismo admite que su vida no es más que un cúmulo de errores consecutivos y que su reputación en Hollywood ha hecho que los directores que más admira “le tengan miedo”. “No tengo a quién culpar del hundimiento de mi barco más que a mí mismo”, reflexionaba en la mencionada entrevista con The Sun. Está en lo cierto: Pulp Fiction, Rain Man, El silencio de los corderos o Los intocables de Eliot Ness son algunos de los filmes que rechazó. Rourke también se mostraba afectado por la reciente muerte de su colega Val Kilmer y dispuesto a buscar una buena calidad de vida en el “último cuarto” de su existencia. “Ya no soy quien solía ser. Ya no soy el tipo que sale ocho días a la semana [sic] recogiendo supermodelos. Mira cómo se ha reinventado Mick Jagger. Se mueve como un adolescente porque entrena cada día y cuida de sí mismo. Es mi modelo de conducta (…) Pienso todo el tiempo en mi propia mortalidad porque mi psiquiatra me dice: ‘Si no hubieras ido a terapia, no estarías aquí sentado’. Y lo sé, ya estaría muerto”.Mickey Rourke y Kim Basinger en ‘9 semanas y media’, en 1986.No es la primera estrella en decadencia de la meca del cine que decide vender su imagen ya caricaturesca a este tipo de formatos y convertirse en objeto de memes, burlas y comentarios morbosos en redes sociales. David Hasselhoff, Kirstie Alley o Carmen Electra intentaron sin éxito que la vida en directo supusiera un relanzamiento para sus respectivas carreras o una renovación de su estatus como iconos pop. Lo cierto es que el neoyorquino tiene poco que perder. Su filmografía lleva más de una década sumando títulos cuya única intención es ambientar la sobremesa y los días en los que su resurrección parecía posible, cosechando una nominación al Oscar por El luchador (2008) y el respaldo de público y crítica con Sin City (2005), ya quedan muy atrás.Sin pareja conocida desde 2018 ni descendencia, al otro lado de la casa de Big Brother solo le espera su numerosa camada de perros, a los que suele dedicar el grueso de sus publicaciones en Instagram. El actor ha llegado a declarar que se entiende mejor con estos animales que con las personas y que, literalmente, le han salvado la vida. “Estaba pasando por un momento muy duro, me estaba haciendo daño, así que un día cogí una pistola. Mientras decidía en qué parte de mi cabeza situarla, mi perro Beau Jack me miró con ojos de ‘¿quién va a cuidarme?’. Estaba listo para irme, pero me hizo dejar la pistola”.Comparado en el pasado con James Dean y Marlon Brando, la interpretación fue en primer lugar una forma de escapar de una infancia marcada por el abandono de su padre cuando era solo un niño y de los malos tratos que sufrió por parte del nuevo marido de su madre, un policía de Miami. Un capítulo traumático que también ha recordado en Big Brother, asegurando que le ha llevado a sufrir insomnio de por vida. Tras verse obligado a dejar el boxeo a causa de varias conmociones cerebrales ―volvería a intentarlo siendo ya un personaje conocido―, le pidió prestados 400 dólares a su hermana y se marchó a Nueva York para probar suerte como actor. Triunfó pronto y bien, pero cultivó una reputación de intérprete tan genial y seductor como torturado e indomable. “Es una pesadilla trabajar con él”, alegó el cineasta Alan Parker, cuyo descontento se suma al de excompañeros como Robert De Niro o Kim Basinger. El dramaturgo y cineasta Juan Cavestany calificaba a Rourke en un artículo publicado en 1994 en EL PAÍS como “el tipo más despreciable de los años noventa”. Aunque estuvo casado primero con la también actriz Debra Feuer, su caída en desgracia fue paralela a la de su matrimonio de seis años con la modelo Carré Otis, a quien conoció en el rodaje del filme Orquídea salvaje.Hasta su divorcio en 1998, Otis narra un auténtico calvario de abusos físicos y emocionales por parte de Rourke. Además de los empujones y las bofetadas continuadas, de que sus celos infundados la obligaban a rechazar trabajos o de que le fuera infiel con otras mujeres ―”las chicas que venían a casa me robaban la ropa del armario”―, cuenta en su biografía, Beauty, Disrupted (belleza, interrumpida), que su forma de pedirle pasar por el altar fue la de ofrecerle un anillo en una mano mientras, con la otra, empuñaba una espada con la que juraba suicidarse si esta no aceptaba. “Según los estándares de todo el mundo, tenía todo lo que pudiera desear: una casa grande y bonita y una relación con un actor famoso. Pero ahí podías dejar de contar, eso era todo lo que había”, escribe la californiana, que acabó retirando los cargos contra él.El actor Mickey Rourke hablando con su entonces mujer, la modelo Carre Otis, en un club nocturno de Nueva York en 1994.New York Daily News Archive (NY Daily News via Getty Images)El actor se sumió en la ruina. “Lo perdí todo: mi esposa, mi casa, mis amigos, mi nombre en la industria. Nadie sabía lo arruinado que estaba. Un amigo me daba unos cientos de dólares cada mes para comprarme algo de comer”, corroboró en 2008 en The Guardian. El eco del Globo de Oro y el Bafta conseguidos con El luchador logró que su nombre volviera a ser una opción en las carpetas de los directores de casting de las colinas de Los Ángeles, y sus intervenciones en filmes comerciales como Iron Man 2 y Los mercenarios, además de varios anuncios en Europa, aliviaron sus maltrechas finanzas. A pesar de que su fortuna se estima en unos cinco millones de euros, su entrada en Big Brother sugiere que su cuenta bancaria ha vuelto, 15 años después, a exhibir una salud tan precaria como su carrera cinematográfica.

Crónica del (nuevo) hundimiento de Mickey Rourke, de icono de Hollywood a ‘Celebrity Big Brother’ | Gente
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