El ambiente general es bueno. Charlas por allí, risas por allá, y nadie parece tener intención de querer irse de la quedada. Pero desde antes de ver al primer conocido, ya había otro plan que, por horario, truncaba el transcurso de la primera cita. Incluso en algún momento podría aparecer el sentimiento del aburrimiento o la dejadez. Y ahí, para algunas personas, viene el momento que no quieren vivir: decir adiós cuando la gente no planea irse y abordar los “no te vayas”. “Las personas desarrollamos un sistema de apego desde la infancia, que está basado en las experiencias cercanas que vivimos con nuestros cuidadores o personas de referencia. Esto es lo que regula después, durante todo el resto de nuestra vida, cómo nos relacionamos con los demás, y cómo buscamos la seguridad y la conexión emocional con las demás personas”, desarrolla Carolina López, psicóloga sanitaria en Nostos Psicología. Según la experta, esta teoría se divide en cuatro tipos de apego: el seguro, en el que las personas sienten que son dignas de amor, confían en los demás y crean relaciones íntimas; el ansioso o ambivalente, caracterizado por un miedo a ser abandonado o no ser lo suficientemente importante para los demás, y que tienden a mucha reafirmación emocional y les cuesta tolerar la separación; el evitativo, que minimiza la necesidad de conectar con los demás; y el desorganizado, que surge en contextos de trauma. De estas, el ansioso es el que más se relaciona con sentir malestar en las despedidas.Más información“El qué dirán si me voy surge sobre todo en eventos sociales en los que hay gente que no es de mi círculo de confianza”, comenta Ángela, de 26 años. “Al final, cuando estás con tus amigos, si sabes que te quieres ir, tienes la libertad de decirlo y lo van a entender. Pero cuando estás en un círculo más grande en el que quizás no estás del todo integrada, cuesta un poco más adaptarse”, continúa. El apego ansioso está íntimamente ligado con el miedo al rechazo y la presión social, tal y como explica López: “La persona que vive la presión social cambia con el fin de evitar el rechazo o la marginación. Esto está muy relacionado con la necesidad de pertenencia, que hace que pueda plantearme que, si me voy, van a pensar que soy un aburrido, un asocial o que me dan igual. Y esto puede generar que pueda sentirme marginado o como el bicho raro, porque el resto se queda”, asegura. Esta presión, según la experta, ejerce como un condicionante externo, pero también está muy relacionada con cómo cada uno interpreta esa presión social, cuál es su estilo para relacionarse y cuáles son las creencias asociadas que cada uno tenga. En el otro lado de la balanza, en cambio, están los que dicen adiós tranquilamente. Para ellos, despedirse es un mero trámite, no se sienten presionados por quedarse y no les supone ninguna dificultad saltar esa barrera psicológica. “A mí no me cuesta despedirme porque he ido poco a poco dando la imagen de que la fiesta me da pereza y soy una persona diurna”, opina Mario, un madrileño de 25 años.Algunos evitan despedirse aunque no estén disfrutando de la velada por la necesidad de pertenencia, que hace que puedan plantearse que, si se van, van a pensar que son aburridos, asociales o que les dan igual.Goodboy Picture Company (Getty Images)Para quienes les cuesta decir adiós, en ocasiones la decisión de quedarse en contra de la voluntad propia supera a la de irse. Esto puede generar emociones de culpa, vergüenza, ansiedad o cierta sensación de incomodidad, según la psicóloga: “Lo que siento al final es un conflicto, con mi deseo personal de irme y la expectativa social que tiene el grupo de que me quede”. Cuando está en esta situación, Ángela se debate entre dos opciones: o se queda o se va, pero nunca desaparece: “Si decido que me voy, reúno el valor de decir ‘estoy cansada’ o busco otra excusa, pero jamás desaparecería sin decir nada, porque creo que las personas que están allí pueden preocuparse”. Por el contrario, Mario, cuando ya se ha cansado de una fiesta o una reunión social, sí que emplea la técnica de la “bomba de humo” (desaparecer de repente) para irse sin tener que decir adiós. “A veces, sí. Me encanta cuando dices adiós y la gente contesta igual. Pero los que insisten mucho, me dan pereza”, justifica.Para reducir la ansiedad de la presión por decir adiós, la psicóloga considera que la bomba de humo es una evitación del malestar, sobre todo para quienes la llevan a cabo para huir del trámite de la presión por la despedida prematura, y plantea una serie de acciones sustitutivas: “Por ejemplo, puedo coger a un par de personas con las que tenga más confianza y despedirme de ellas en privado y pedirles que me disculpen con los demás; o adelantarle a estas personas que tengo que marcharme pronto por lo que sea; y luego, por supuesto, aprender a mantener los límites y establecerlos claramente”.Para reducir la ansiedad de la presión por decir adiós, la bomba de humo funciona como evitación del malestar, sobre todo para quienes la llevan a cabo para huir del trámite de la presión por la despedida prematura.Morsa Images (Getty Images)Ángela confía en que las personas que le rodean en los eventos sociales entiendan sus necesidades a la hora de decir adiós. “Si yo necesito irme de una fiesta, de un lugar o no me apetece ir a un plan, o una vez que estoy me quiero ir porque me siento cansada, si la persona me quiere de verdad lo tiene que entender. Si no lo entiende ya lo entenderá o quizá no le importe, o simplemente tengo que priorizarme a mí y poner límites”, plantea.Pero hay personas que se quedan en las reuniones, o van sin haberlo planeado, no solo por el qué dirán o la angustia a ser rechazados en un futuro, sino por el miedo a no estar presentes en algún momento en concreto. Es lo que en la cultura actual se conoce como FOMO (del inglés, fear of missing out. En español, miedo de perderse algo). Este fenómeno se refiere a la ansiedad que sienten algunas personas al pensar que otros están teniendo experiencias gratificantes y que ellas no están participando: “El FOMO se vincularía estrechamente con el estilo de apego ansioso. Influyen principalmente tres variables: el miedo al rechazo o exclusión, la búsqueda constante de validación para sentirse queridos o aceptados, y la dificultad para regular las emociones. Estas personas estarían más predispuestas a sufrirlo porque interpretan la exclusión como una amenaza a su seguridad emocional”, define López. Ángela considera que el FOMO también es una de las causas por las que relega su adiós en conversaciones: “Está el caso de que me vaya a ir y luego pase algo, una anécdota o un cotilleo, y lo comenten al día siguiente y yo no sepa de qué están hablando. Eso también me preocupa un poco”. Para Mario, este sentimiento aparece sobre todo en planes de aficiones que le gustan, pero no al perderse sucesos de fiesta: “El FOMO supera todo: miedo, cansancio o pereza. Y, más que esto, te diría que es para quedar bien. Si ya luego me da pereza, o estoy cansado, pues al menos he ido, he hecho el gesto, y creo que eso hace que me tengan en cuenta para los futuros planes. Pocas veces dejo algo. Si es así es porque estoy muy mal, cansado de verdad, o porque no puedo”.

Cuando decir adiós se vuelve tarea imposible: por qué nos cuesta rechazar un “no te vayas, es pronto” | Estilo de vida
Shares: