Dos decenas de sociedades científicas han solicitado a la Comunidad de Madrid que impida urgentemente el “riesgo de destrucción” del Museo Olavide, una joya de la historia de la medicina que incluye unas 700 figuras de cera de pacientes reales, procedentes del desaparecido Hospital de San Juan de Dios, que a finales del siglo XIX se encontraba en la madrileña calle de Atocha. La Universidad Complutense de Madrid, que exhibía la colección desde 2016, ha ordenado inesperadamente el desalojo “por razones económicas y organizativas” antes de dos meses. El maltrato a las estatuas de cera encaja con las vejaciones que sufrieron estas personas en vida. El hospital atendía a pacientes pobres con horrendas enfermedades de la piel, sobre todo las de transmisión sexual, como la sífilis. El Museo Olavide está repleto de figuras realistas de mujeres muy jóvenes obligadas a prostituirse y desfiguradas por la enfermedad, en una época en la que no se conocían los antibióticos. Las dos decenas de sociedades científicas destacan que “dado su origen, la fragilidad de los materiales de las piezas y el alcance cientı́fico y artı́stico, la colección posee un valor económico incalculable, que la sitúa a la altura de las que custodian los grandes museos anatómicos europeos”, como el del Hospital de San Luis, en París, y el Josephinum, en Viena.La carta abierta, promovida por la Sociedad Española de Historia de la Medicina, recalca que “la colección pertenece a la Comunidad de Madrid”, heredera de la Diputación Provincial, que era la propietaria del hospital de la calle de Atocha en el siglo XIX. El periplo de las figuras desde entonces ha sido inverosímil. El Museo Olavide ―llamado así por su fundador, el dermatólogo madrileño José Eugenio Olavide (1836-1901)― acabó encerrado en cajas en 1966 y resucitó en 2002, cuando un alto cargo del Servicio Madrileño de Salud pidió al Museo de Antropología Forense de la Complutense que se hiciera cargo de las piezas de cera, en muy mal estado. En 2005, la Academia Española de Dermatología y Venereología asumió la custodia de la colección, que desde entonces pasó por un guardamuebles en Torrejón de Ardoz, un futuro gimnasio de Chamberí y una antigua sala de aeróbic en Leganés. En diciembre de 2016, la Complutense presentó como un acontecimiento la reapertura del Museo Olavide, en un espacio cedido por la universidad en los sótanos de su Facultad de Medicina.Más información“Solicitamos la intervención de las autoridades competentes con el fin de evitar el riesgo de destrucción o desaparición que supondrı́a el cierre y desalojo de este conjunto patrimonial de reputación internacional”, alertan las entidades firmantes, entre las que se encuentran la Sociedad Europea de Historia de la Dermatología y la Venereología y la Asociación Europea de Historia de la Medicina y la Salud. “Las sociedades y academias profesionales que suscriben solicitan la protección inmediata y la búsqueda de una solución para el mantenimiento actual y pleno funcionamiento del Museo Olavide”, insisten. El comunicado está firmado el 2 de junio, cuatro días después de que EL PAÍS revelase la decisión de la universidad madrileña de expulsar la colección de sus instalaciones.Los conservadores David Aranda y Amaya Maruri empezaron como voluntarios a restaurar las figuras de cera en 2003 en la Complutense y hoy son los dos únicos trabajadores del Museo Olavide. Juntos salvaron las piezas y juntos tienen ahora que meterlas en cajas de madera, sin saber su destino. “Yo siento un sentimiento de injusticia enorme”, expone Aranda. “Ninguno de nosotros se podía imaginar que esto iba a volver a encerrarse y a embalarse. Es un sentimiento de frustración, de injusticia, de enfado y de tristeza”, añade. El impulsor de la resurrección del museo, el dermatólogo Luis Conde Salazar, falleció hace dos meses a los 81 años.Una de las singularidades de la colección es que las figuras de cera tienen, a menudo, la historia clínica del paciente escrita por detrás, con las iniciales de su nombre y apellido. Amaya Maruri muestra un rostro lleno de úlceras supurantes típicas de la sífilis y lee en voz alta su perfil médico: “M. H., de 26 años de edad, soltera, natural de La Coruña, prostituta hace ya dos años, de constitución endeble, temperamento linfático, desarreglada en sus menstruaciones, ingresó el 17 de agosto de 1879 […] Adquirió en el ejercicio de la prostitución varias afecciones de origen venéreo”. El museo está lleno de figuras de cera de jóvenes como M. H., esclavas sexuales en el Madrid de finales del siglo XIX. “Las mujeres, en aquella sociedad tan cerrada, solamente tenían tres trayectorias vitales: el cuidado de los hijos y del marido, el convento o la prostitución”, lamenta Maruri.Los conservadores David Aranda y Amaya Maruri, entre las cajas para trasladar el Museo Olavide, en la Universidad Complutense de Madrid.Luis Manuel RivasLas dos decenas de sociedades científicas aplauden la labor de Aranda y Maruri, que han dedicado media vida, desde que eran estudiantes, a salvar la colección. “Gracias al trabajo de recuperación y restauración de las ceras dermatológicas llevadas a cabo por los profesionales del Museo Olavide, las piezas son aclamadas por los expertos internacionales”, destaca la nota.Otras instituciones también se han movilizado para rescatar la colección. La Real Academia Nacional de Medicina de España ha ofrecido sus instalaciones para almacenar y exponer las figuras de cera, según explica Antonio Campos, vicepresidente de la institución, con sede en Madrid, junto al Palacio Real. “Es una pena el escaso interés por este tipo de museos”, lamenta el académico, promotor de un proyecto de Museo Español de la Medicina que tampoco consigue arrancar. Este periódico preguntó este martes a un portavoz de la Consejería de Sanidad madrileña si el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso es consciente de que el Museo Olavide pertenece a la Comunidad de Madrid y si tiene un plan para evitar que la colección acabe en un trastero, sin recibir respuesta por el momento.El director del Museo Vasco de Historia de la Medicina, Anton Erkoreka, ha escrito al rector de la Complutense, Joaquín Goyache, para pedirle que mantenga el Museo Olavide en su actual ubicación, porque “corre un serio riesgo de desaparición”. Erkoreka también se ha dirigido a la ministra de Ciencia, Diana Morant, para solicitar el incremento de ayudas públicas para los museos de historia de la ciencia y la medicina, asfixiados por la falta de fondos. El director vasco ha denunciado ante la ministra “casos extremos y lamentables como el Museo Cajal”, que debería haber abierto antes del 31 de mayo de 2025 para exhibir el legado del nobel Santiago Ramón y Cajal, según prometió tres años antes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Ni siquiera tiene sede todavía.Un candidato aparentemente perfecto para acoger el Museo Cajal es el edificio monumental de la antigua Facultad de Medicina de Madrid, también en la calle de Atocha, en el eje museístico de la capital. El caserón es propiedad del Estado: una parte pertenece al Ministerio de Ciencia y está cedida al Colegio de Médicos desde 1970; el resto, ocupado por el Instituto Nacional de Administración Pública, es del Ministerio de Hacienda. Allí sobrevive intacta el aula en la que daba clases Cajal, ganador del Nobel de Medicina por demostrar que el cerebro está organizado en células individuales: las neuronas.La revista Profesión Médica entrevistó en enero de 1974 al último director del Hospital de San Juan de Dios, Luis Álvarez Lovell. El médico explicó que el Museo Olavide se había metido en cajas y estaba perdido en algún almacén, pero pidió que se rescatase. “Pensamos que podría ser una solución ideal que se instalase en la vieja Facultad de Medicina de San Carlos, hoy remozada como sede del Colegio de Médicos de Madrid, y donde creo que se va a colocar el museo de Cajal”, propuso. Medio siglo después, todo es asombrosamente similar.

Decenas de sociedades científicas piden a la Comunidad de Madrid que impida la destrucción del Museo Olavide | Ciencia
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