El mundo está infestado de plásticos, atiborrado de unos materiales que contienen más de 10.000 sustancias químicas, incluidos carcinógenos y disruptores endocrinos (unos compuestos capaces de emular el efecto de las hormonas del cuerpo y afectar a la salud). Los plásticos están por todas partes, han entrado en la cadena trófica y no hay un lugar libre de ellos: en forma de diminutas partículas —micro o nanoplásticos, según su tamaño—, estos compuestos ya se han identificado, incluso, dentro del hígado, el riñón, el intestino o el cerebro humano. Se presumen nocivos, pero la comunidad científica todavía desconoce el impacto real en la salud de estos minúsculos materiales que pueblan nuestro organismo. Los expertos tienen indicios, eso sí, de que provocan daños en el ADN de las células y sospechan que pueden espolear numerosas dolencias, desde inflamatorias hasta cardiovasculares. La plaga de plásticos en el planeta tiene cifras: hay 6.000 millones de toneladas esparcidos por el globo; y creciendo. En 2019, se produjeron 353 millones de toneladas de residuos plásticos, y se prevé que esa cifra se triplique hasta superar los 1.000 millones para 2060. Pero todos estos restos no reposan en un cementerio de materiales, aislados del mundo. Estos polímeros se van degradando en fragmentos más pequeños —los microplásticos son trocitos de menos de cinco milímetros— y se diseminan sin freno, por todas partes. Están en los océanos, en el aire, en el suministro de alimentos; y llegan también a los humanos: inhalamos y comemos microplásticos que alcanzan el torrente sanguíneo y se esparcen por nuestras entrañas. Más informaciónLa ciencia se está volcando en intentar entender qué implicaciones tiene eso para la salud. Pero no es fácil, advierte Emma Calikanzaros, epidemióloga ambiental en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal): “Todos los estudios con microplásticos deben interpretarse con cuidado porque hay mucho debate sobre la calidad de los métodos y la fiabilidad de los resultados. El gran reto es la contaminación cruzada: cuando tienes una muestra de un tejido en la que encuentras microplásticos, no está claro si esas partículas vienen del cuerpo humano o de herramientas que se usan en el laboratorio para recolectar las muestras. Hay microplásticos en todas partes, en el aire, también en el laboratorio”. La investigadora pide cautela en la interpretación de todos los datos —también los de algunas investigaciones que se mencionan en este reportaje— y hace una advertencia inicial: “Se ha visto en modelos animales y cultivos celulares toxicidad asociada a microplásticos, pero en salud humana no tenemos evidencia clara. No sabemos cómo afectan a la salud a largo plazo”. En la misma línea, Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), recuerda que los microplásticos no son un todo homogéneo. “No dejan de ser trocitos de plásticos que están formados, a su vez, por diversos tipos de polímeros a los que se le añaden distintos compuestos químicos, algunos de los cuales son tóxicos para salud. La toxicidad del microplástico vendrá determinada por el tipo de polímero, el tipo de aditivo que lleva asociado y dependerá también de la forma y el tamaño”. Cuanto más pequeño sea —el nanoplástico está por debajo de la micra—, más capacidad tendrá para atravesar membranas celulares y penetrar en todas las capas del organismo. Una “cuchara de plástico” en el cerebroHace unos meses, una investigación publicada en Nature Medicine alertaba de que las concentraciones de microplásticos halladas en tejido humano eran de siete a 30 veces más altas en muestras cerebrales que las observadas en hígado o riñón. En la práctica, lo encontrado en el cerebro (unos siete gramos) era algo así como tener el equivalente a “una cuchara de plástico” en la sede del raciocinio, explicaba hace un par de semanas en un editorial de la revista Brain Medicine la investigadora Ma-Li Wong: “La barrera hematoencefálica [una membrana que regula el paso de moléculas del torrente sanguíneo al tejido cerebral]considerada durante mucho tiempo como una línea de defensa anatómica sagrada, ha sido cruzada. Ahora tenemos polímeros donde ocurre la cognición”. Los científicos que publicaron el artículo en Nature Medicine no solo descubrieron la presencia de microplásticos en el cerebro, sino que encontraron también que los cerebros de personas con demencia tenían muchos más microplásticos que los de aquellas personas sanas, aunque los autores admitían que no sabían si eso era porque la barrera hematoencefálica de los enfermos se había vuelto más porosa y dejaba entrar más compuestos sintéticos. Eljarrat se muestra cautelosa con las conclusiones que se pueden sacar de este tipo de investigaciones. Y recuerda que las técnicas de detección son heterogéneas, pueden dar información diversa y todavía no están capacitadas para hacer comparaciones entre investigaciones o sobre los órganos dónde hay más o menos microplásticos. “Lo que sabemos hasta ahora es que los microplásticos entran en nuestro organismo, pero no sabemos qué efectos nos están produciendo y en qué dosis nos están afectando. En todo caso, no es normal que en nuestro cerebro haya trozos de plástico y, por principio de precaución, no deberíamos dejar que vaya a más”, zanja.Una investigadora realiza, en un laboratorio de la UAB, un tratamiento de cultivo celular con nanoplásticos para evaluar la toxicidad.Massimiliano MinocriLa literatura científica está salpicada ya de casos, hallazgos y vínculos sobre el impacto de los microplásticos en la salud, pero la evidencia, en conjunto, es limitada, admiten todas las voces consultadas. Se han encontrado micropartículas de plástico en diversos tejidos y órganos humanos, como la sangre, los pulmones, la placenta y la leche materna. También en el hígado, los riñones o el intestino. Y se han descubierto asociaciones clave, como la reportada el año pasado en un artículo de la revista New England Journal of Medicine, con cuadros cardiovasculares. En placas de aterosclerosis (acumulación de grasa) extirpadas quirúrgicamente de las arterias carótidas a unas 300 personas se detectó microplásticos en la mitad y ese depósito de polímeros en las placas se asoció con el desarrollo de enfermedad cardiovascular: las personas con evidencia de microplásticos en sus placas presentaron más riesgo de infarto e ictus.Otra investigación de científicos del CSIC reveló en 2022 que la ingesta de microplásticos altera el equilibrio del microbioma intestinal, que es ese ecosistema de microorganismos que habita en el aparato digestivo. En concreto, los investigadores descubrieron que la ingesta de microplásticos reduce la diversidad bacteriana y hace que disminuyan las bacterias con efectos positivos para la salud a la vez que incrementa la presencia de otras familias microbianas patógenas. Hemos visto algunos signos de que se están produciendo cosas a nivel molecular en las células cuando están expuestas a microplásticos”Alba Hernández, profesora del Departamento de Genética y Microbiología de la UABLos científicos sospechan que hay una especie de puente entre la dieta, la contaminación y las enfermedades. No en vano, un estudio reciente liderado por Eljarrat analizó la presencia de aditivos asociados al plástico en alimentos representativos de la dieta española y encontró que en el 85% de las 109 muestras evaluadas había alguno de estos aditivos (unque los valores medios de ingesta hallados eran inferiores a los recomendados por las autoridades sanitarias). Para detectar la transmisión de plastificantes durante la cocción, los autores también analizaron platos envasados para cocinar y descubrieron que los procesos de cocción aumentan la exposición a los compuestos hasta 50 veces.En esa intersección entre dieta, contaminación y enfermedades, otro estudio que analizaba el vínculo entre los microplásticos y la enfermedad inflamatoria intestinal detectó hasta 15 tipos de microplásticos en heces humanas. Y las concentraciones de polímeros en muestras fecales fue más elevada en personas con enfermedad inflamatoria intestinal que en personas sanas. No encontraron causalidad, pero sí una correlación entre el nivel de microplásticos fecales y la gravedad de la dolencia. Otra cuestión que plantea el hallazgo de microplásticos en las heces es la capacidad más o menos efectiva del organismo para eliminar estos materiales del cuerpo. Se han localizado en muestras fecales, en orina y en sudor, lo que significa que se excretan. Pero los científicos desconocen cuánto microplástico del que entra sale y si, por el camino, provoca daños igualmente. “No sabemos cuánto eliminamos y si lo que queda dentro es lo más peligroso. Hay contaminantes que pueden llegar a ser tóxicos aunque los metabolicemos y los eliminemos. El bisfenol A no se acumula en el organismo, pero su recorrido es tóxico”, argumenta Eljarrat.Indicios de toxicidadLa ciencia no es capaz, todavía, de dibujar con precisión la huella que dejan los microplásticos en el organismo, pero hay ya indicios de toxicidad, cuenta Alba Hernández, profesora del Departamento de Genética y Microbiología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ella es la investigadora principal del proyecto europeo PlasticHeal, centrado en descifrar el impacto de los microplásticos en la salud: “Hemos visto algunos signos de que se están produciendo cosas a nivel molecular en las células cuando están expuestas a microplásticos”, explica la científica. La investigación estudió a trabajadores expuestos a la industria del plástico (del reciclaje, el textil…) y también analizó modelos animales y celulares in vitro. En esas muestras de laboratorio, cuenta, encontraron parámetros de toxicidad que apuntalan el potencial riesgo para la salud. “Vemos que son capaces de llegar a dañar el ADN de las células, se producen cambios en la manera de las células de regular los genes e incluso, cuando estas están expuestas a bajas dosis durante mucho tiempo, que es lo que asumimos que les puede pasar a las personas, empiezan a mostrar signos de transformación de célula cancerosa. También hemos visto que se desregula el sistema inflamatorio y el microbioma, y que hay daño oxidativo”, enumera la científica. Todo esto podría abocar a problemas inmunológicos, gastrointestinales, en la fertilidad, en la salud fetal o relacionados con el cáncer, afirma Hernández.La investigadora Alba Hernández, investigadora de la UAB, en su laboratorio en Cerdanyola del Vallès (Barcelona).Massimiliano MinocriLos expertos sospechan que la dosis será clave para determinar el potencial daño. El problema es que no saben todavía medir con exactitud cuánto microplástico hay realmente en el organismo y cuál es la cantidad dañina. “No tenemos claro el límite de seguridad”, conviene la investigadora de la UAB.Sinergias con otros contaminantesOtra cosa que hace estremecer a los expertos, por su complejidad para detectarlo y su potencial riesgo, son las sinergias de estos microplásticos con otros contaminantes, como las sustancias químicas que acompañan a estos polímeros o a las que estamos expuestos en el medioambiente. “Pienso en el humo del tabaco, los metales pesados… Esa coexposición, cuando actúan juntos, el plástico agrava los efectos de esos contaminantes”, apunta Hernández. La hipótesis es que, a lo mejor, los plásticos, per se, no llegan a producir un efecto claro en una enfermedad, pero junto con otros elementos, espolean la aparición de alguna dolencia.Eljarrat recuerda que “cada microplástico es un mundo” y hay estudios que apuntan que la toxicidad de estos polímeros vendrá determinada por los compuestos químicos que lleva. “No hay que obsesionarse, pero no es normal que tengamos microplásticos corriendo por nuestra sangre. Teniendo en cuenta los primeros indicios, hay que tomar medidas para reducir estos contaminantes”, defiende. Hay investigaciones que estudian cómo eliminarlos del aire e incluso se postulan estrategias como la aféresis terapéutica, pero los expertos consultados sostienen que, por ahora, el método más fiable es la prevención. ¿Cómo? Evitando, por ejemplo, comer mucho ultraprocesado, calentar tuppers de plástico en el microondas o beber agua embotellada.Detalle del proceso de raspado de fragmentos de botellas de plástico para obtener microplásticos para estudiarlos en el laboratorio.Massimiliano Minocri

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