El antropólogo Robin Dunbar estableció a principios de los noventa el número de amigos que el cerebro es capaz de procesar. Su teoría sugiere que los humanos pueden mantener alrededor de 150 relaciones significativas, como mucho: de tres a cinco amigos íntimos, unas 10 buenas amistades, hasta 50 amigos cercanos y un centenar de conocidos. Algunos tendrán más y otros menos, pero el número Dunbar establece un límite aproximado a partir del cual el cerebro se planta y no puede relacionarse más. De lo que no hablaba el investigador británico es de lo difícil que resulta a veces para el cerebro repartir el tiempo —a poder ser de calidad— entre esas personas cuando ni siquiera se tiene tiempo para uno mismo, y de lo que sufre cuando intenta abarcar lo primero sin tener en cuenta lo segundo. “Un exceso de relaciones sociales puede producir cierto colapso mental, una saturación cognitiva y emocional que provoca ese bloqueo popularmente conocido como resaca social”, asegura Esther López-Zafra, presidenta de la Sociedad Científica Española de Psicología Social.López-Zafra empezó a investigar la resaca social después de la pandemia, como parte de un estudio sobre la “nueva normalidad” que condujo para la Universidad de Jaén, donde es catedrática de Psicología Social. “Se ha producido un cambio en las prioridades de las personas respecto a qué es lo que necesitan. Algunos han descubierto que no necesitan tantas relaciones, sino a lo mejor relaciones de más calidad”, explica a EL PAÍS sobre las conclusiones. Pero hay otro factor que muchas veces se interpone en este objetivo: el FOMO o el miedo a perderse algo (Fear Of Missing Out). La psicóloga Nagore Uriarte, colegiada en el Colegio de Psicología de Bizkaia, señala este sentimiento de inquietud por no estar en todas las salsas como uno de los principales culpables de la resaca social posterior. “La gente se plantea hacer más cosas de las que se plantearía de primeras y prioriza estar con otros frente a un autocuidado más real”, aclara.Más informaciónEsa tendencia inconsciente a obligarse al ocio compartido frente al descanso individual es algo que muchos, sobre todo jóvenes, llevan a cabo influidos por las redes sociales —Dunbar no contaba con que ahora cualquiera tiene mucho más de 150 amigos en su perfil de Instagram o TikTok—, según confirma Uriarte. Después de ver un desfile de stories de gente pasándoselo bien en aparentemente divertidísimas celebraciones de cumpleaños, conciertos, aperitivos en terracitas o escapadas a lugares exóticos, la opción de hacer algo a solas (leer un libro, dar un paseo, ver una peli…) y sin compartirlo con nadie es sinónimo de fracaso para algunas personas. “La hiperconectividad hace que pensemos que si no publicamos planes y demostramos que hemos estado con gente es como no existir, y eso también crea una carga mental que obviamente irá vinculada a una mayor resaca social”, advierte. Después de ver un desfile de ‘stories’ de gente pasándoselo bien en aparentemente divertidísimas celebraciones de cumples, conciertos, aperitivos en terracitas o escapadas a lugares exóticos, la opción de hacer algo a solas y sin compartirlo con nadie es sinónimo de fracaso para algunas personas.Jordi Salas (Getty Images)Rechazar planes entre semana, después de ocho horas de trabajo, parece aceptable en general, pero hacerlo durante el fin de semana o las vacaciones, sin una buena excusa que lo justifique, es impensable para algunas personas, que consideran que están echando a perder su tiempo libre si no se rodean de otros. Pero luego son esas mismas personas las que repiten eso de “necesito vacaciones de las vacaciones”. “A veces confundimos autocuidado con actividad. Ha llegado un punto en el que sentimos que para poder desconectar tenemos que hacer cosas cuando quizá lo que necesitemos es simplemente no hacer nada, pero ni productivo a nivel laboral ni productivo a nivel social, o sea, nada”, reivindica Uriarte. Algo similar opina Miguel Navarro, y eso que es el fundador de una escuela de desarrollo personal que se llama Productividad Feroz, enfocada en mejorar la productividad y la gestión del tiempo. Quizás precisamente por la experiencia que le ha dado tratar con gente que ansía rendir a toda costa, ha visto necesario escribir el libro Manifiesto para la calma, publicado este verano. “Hay un poco de pánico a estar solo, a estar aburrido, a escuchar nuestros pensamientos. Mucha gente se enfoca en hacer, hacer, hacer, pero como método de evasión. Siempre digo que hacer, como tal, no está mal, pero hay que tener en cuenta por qué lo haces; si lo que buscas es huir de tu realidad, es solo un parche, pero no te cura”, sostiene.Pasé viernes, sábado y domingo con gente. Recién me quedé sola y me di cuenta de que fue demasiada sociabilización, estoy sin batería. Lo llamo resaca social.— Yuyin (@macapineiro) September 29, 2024

La solución fácil es disponer de más tiempo libre para poder repartirlo tranquilamente entre nuestra familia, amigos y conocidos (los del curro, los del gym, los de la uni, los del equipo, los de toda la vida, los de…), y nosotros mismos. Pero como eso es algo que no suele depender de cada uno, las expertas tienden otras propuestas para sobrellevar este tipo de resaca. “La primera sería conocerse a uno mismo para ver qué se necesita en cada momento y saber decirle al otro, sin hacer daño, que necesitas tiempo para ti”, aconseja López-Zafra. Básicamente, saber rechazar planes, poder decir de vez en cuando “no”, dos letras que a veces resultan muy difíciles de pronunciar si no van acompañadas de una excusa aceptable. “Luego viene el miedo a quedarse fuera, a no estar integrado o a que no te vuelvan a llamar para otro plan”, reconoce Uriarte.Para ella, lo primero es ponerle nombre. “Si no sabemos qué es lo que nos pasa, no podemos identificarlo”, comenta sobre este estado cuyos principales síntomas son el cansancio y la fatiga física y mental. “Tenemos que redefinir lo que es la conexión porque no todo vínculo con otra persona implica esa exposición digital o esa presencia física constante. Deberíamos regular el tiempo social, al igual que regulamos, no sé, el azúcar, para ver cuánto necesitamos nosotros para estar bien y no guiarnos por los estándares de los otros”, afirma. Porque la resaca social la puede sufrir cualquiera, pero es más fácil que una persona introvertida, para quien relacionarse supone un esfuerzo mayor, se sature antes que una extrovertida. “Eso también genera cierta frustración de decir, ‘bueno, tanto con salir, tanto con quedar… pues tampoco me ha resultado tan satisfactorio, ¿no?”, plantea López-Zafra, y advierte que también son más proclives a este bloqueo las personas con baja inteligencia emocional, al ser menos capaces de comprender y regular sus emociones. Ha llegado un punto en el que sentimos que para poder desconectar tenemos que hacer cosas cuando quizá lo que necesitemos es simplemente no hacer nada, pero ni productivo a nivel laboral ni productivo a nivel social, o sea, nada”, reivindica la psicóloga Nerea Uriarte.Adene Sanchez (Getty Images)El remedio no consiste en ser asocial, sino en permitirse descansar de todo y de todos cuando sea necesario sin sentirse mal con el resto o con nosotros mismos. “Cuando hablamos de soledad, parece que es impuesta por los otros, pero una soledad elegida y temporal no tiene por qué ser dañina”, defiende Uriarte. Esa es la clave, elegir. Elegir estar donde queramos y con quien queramos, sin olvidar que a veces lo más envidiable y necesario es hacerse compañía a uno mismo.

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