Hubo un tiempo en el que su vida se diseccionaba en la revista superventas para adolescentes SuperPop. Dice Mariano Alameda (Madrid, 53 años) que si alguien quiere conocer hoy sus intereses basta con consultar sus redes sociales. Se declara fan “nivel friki” de El señor de los anillos, le interesan la política internacional, el desarrollo personal y la espiritualidad, y el baloncesto. “Entrenaba a equipos juveniles”, revela. No menciona que hasta hace una década fue actor. Y famoso. Esa faceta es el elefante en la habitación. “Lo era. Ya no”. Aunque acepta que recordar a su personaje más conocido ―fue Íñigo en la serie de los noventa Al salir de clase―, puede servir de gancho para promocionar su segundo libro, Fábulas que sanan (Siglantana), una compilación de 21 cuentos breves protagonizados por animales “que piensan, sienten y tropiezan como nosotros”. Acompañado de su perro Elfo ―al anterior, Zen, le dedicó su primer libro tras su muerte― el yogui, escritor y exactor, recibe la visita en su inacabada vivienda en la sierra madrileña, con privilegiadas vistas a La Pedriza, uno de sus lugares favoritos del mundo. “Esas piedras están bien rezaditas”, le dijo un chamán al observar los milenarios riscos de granito. Allí ha recalado para ser “simplemente Mariano” tras recorrer el planeta en busca de respuestas en las diferentes tradiciones espirituales que lo pueblan. Con ese bagaje, la editorial le propuso publicar un compendio de su cosmovisión y sus reflexiones sobre la identidad, pero la idea le pareció tan “aburrida” que optó por escribir sus fábulas. Más informaciónPregunta. En una entrevista en 2022 dijo que le había llevado años deshacerse de Íñigo. Pero el comunicado que recibimos los periodistas es que el actor de Al salir de clase ha sacado nuevo libro.Respuesta. Moriré como Chanquete. Que da igual si [Antonio Ferrandis] hizo 100 películas y una ganó un Oscar. Al final, se había muerto Chanquete. P. Quizá Íñigo venda algún ejemplar. R. Creo que es algo que me permite, por ejemplo, tener esta entrevista. P. ¿No cree que, sin él, la hubiéramos mantenido? R. No. Si dentro de seis meses el libro es un éxito editorial, a lo mejor sí. Pero se publican miles de libros, no es fácil tener visibilidad y un jefe de prensa va a explotar lo que pueda. Que un señor haya escrito un libro que tiene cositas interesantes como la actualización de las fábulas, puede ser una idea comercial, pero si tiras de la parte del actor, funcionará. P. Tras la muerte de su perro Zen, dijo que adoptaría dos: Sam y Frodo. Pero solo veo a uno y se llama Elfo.R. Soy superfan de El señor de los anillos, pero me di cuenta de que Sam y Frodo sufrían mucho. Con 11 años ya me había leído ‘El señor de los anillos’ y a partir de ahí, fui un lector compulsivoP. ¿De dónde le viene esa pasión por El señor de los anillos?R. Lo que Tolkien hizo fue el evangelio mitológico del mundo anglosajón, que estaba un poco perdido después de la Guerra Mundial. Escribió una obra maestra, una aventura épica que en realidad es una fuente infinita de conocimiento humano. P. Antes de Tolkien, ¿qué leía?R. Pasé de Los Pitufos y Tintín a Momo, La historia interminable y el Señor de los Anillos, en ese orden. Con 11 años ya me los había leído y, a partir de ahí, fui un lector compulsivo, una rata de biblioteca hasta hoy. Mariano Alameda con su perro ‘Elfo’. Jaime VillanuevaP. Hablemos de su libro, para “niños lúcidos o adultos enredados”. ¿Es como los juguetes, de 0 a 99 años? R. Desde cero no. Creo que lo pueden leer niños a partir de ocho o nueve años, con un poco de autoconciencia. La idea era transmitir ideas muy profundas en una historia muy sencillita, que en realidad es una parábola.P. ¿Por ejemplo? R. La tercera es la historia de un cangrejo al que las olas le tiran la madriguera todo el rato. Él culpa al mar, que es malo, a la arena, a la manera en que la construye. Busca cuál es el agente causal, quién es el culpable de las acciones y, en realidad en la vida, el agente causal, a quien le achaco el éxito o el fracaso de un acontecimiento, es inexistente. P. Es complejo. R. Quise hacer algo muy pretencioso, como en El Principito, que es escribir una historia que parece que está hablando de una cosa, pero está hablando de otra. Podemos llegar a una teoría holística en la que todo es agente causal de todo, con lo cual toda identificación siempre es abstracta. P. El título es Fábulas que sanan. ¿Estamos enfermos? R. Pongo que son para adultos enredados. Porque enfermo es que hay algo estropeado. Y en realidad, la identidad no es algo que está estropeado, sino una creación ficticia de la psique. No es exactamente una enfermedad, sino el fruto de una confusión. P. Un actor se pone en la piel de otro, ¿cómo influye su experiencia en interpretación en sus estudios sobre la identidad?R. Me hizo reflexionar sobre el personaje que nosotros representamos para nosotros mismos y para los demás en la vida, y me di cuenta de que las técnicas de conocimiento del personaje en arte dramático podrían ser aplicadas a la personalidad habitual. Aparte, el haber sido famoso te lleva a darte cuenta de que la identidad que los demás proyectan sobre ti es una ficción. Entonces, si la identidad es una ficción, ¿qué es el yo? A partir de ahí empezó un desarrollo filosófico espiritual. P. Y viajó por todo el mundo. ¿Descubrió quién es?R. Esa pregunta no tiene respuesta. He descubierto que no se puede saber quién es el que observa, porque el testigo no puede mirarse a sí mismo. P. ¿De qué hablan sus fábulas? R. He hecho una selección de 21 tipos de errores que hay en la relación entre el yo y la realidad, basándome en casos reales. P. ¿Como cuál?R. El primero habla de la redención. Si yo no soy capaz de perdonarme y no recibo el perdón, si no se me permite volver a ser inocente, estoy condenado a una identidad culpable. Si tienes un novio que es infiel y nunca le perdonas y le tratas como infiel, ¿qué ventaja tiene dejar de serlo? Ninguna. Lo estás condenando a la infidelidad porque no le redimes para volver a ser inocente. Y eso nos lo hacemos todo el rato a nosotros mismos, a los demás, y los demás a nosotros. P. También ha reescrito la fábula de la hormiga y la cigarra. Toda la vida pensando que teníamos que ser trabajadores y resulta que no.R. El equilibrio es la clave. Si el cuerpo necesita descansar y no puede, enferma. Que es lo que le pasa a la hormiga. Más te vale que te equilibres entre el esfuerzo y el descanso, porque si no, la vida te va a llevar a descansar por las malas. Esa es la enseñanza. Todo el libro se basa en el concepto de nada en exceso, que es una frase de Buda. P. ¿Cuál es el problema, de los que describes en el libro, más extendido en la sociedad de hoy en día? R. La confusión entre el yo omnipotente, el de “si me pongo, lo puedo conseguir”, y el yo impotente, el de “haga lo que haga, no voy a conseguir nada”. Uno me va a llevar a una frustración crónica y el otro a ser inoperante, estar rendido y decepcionado, lo que me impedirá disfrutar de lo que puedo y de lo que soy. De pequeño me rayaba porque era como el conejo moral, que se porta superbién y no entiende por qué le pasan cosas malasP. Es fácil identificarse en alguna medida con cada una de las historias. R. Yo de pequeño me rayaba porque era como el conejo moral, que se porta superbién y no entiende por qué le pasan cosas malas. Y por qué hay otros conejos que se portan fatal y les pasan cosas buenas. Debe aprender que el comportamiento moral no tiene una relación directa con el premio o el castigo de la vida. La vida no funciona así. P. ¿Y cómo funciona? R. No haces el bien para que te pasen cosas buenas, lo haces porque quieres darte amor a ti mismo, vas a ser más querido por ti mismo y por los demás. Además, generas el bien en el mundo. P. Últimamente vemos muchos malos a los que les salen bien las cosas. R. Vivimos tiempos extraordinariamente oscuros. Ahora está de moda ser un canalla. Puedo ser malo y parecer malo, y la gente esto lo apoya. Es terrible. Estamos llevando al mundo a lo contrario de la República de Platón: en vez del gobierno de los sabios, tenemos un mundo gobernado por necios. Gente que vende valores horribles como el egoísmo y el “nosotros primero”, o la demonización de grupos, la violencia como objeto de negociación y la falta de compasión y de misericordia con respecto a los pobres. Es desolador.P. ¿Se refiere a Donald Trump o Banjamín Netanyahu?R. Sí, especialmente Netanyahu. Es acojonante que el pueblo que sufrió el Holocausto esté generando otro. Lo estamos viendo en directo. No creía que vería esto en la evolución del mundo. El otro día, hablando con unos amigos de todo tipo de ideología, les dije: ¿Podemos ponernos de acuerdo en un concepto básico, que es que a los niños no se les mata? Pues no. Y si no estamos de acuerdo en esto, estamos condenados al desastre. P. No podremos decir que no lo sabíamos. R. Y la pregunta siempre va a ser: ¿qué hiciste tú? P. También hay gente que busca el bienestar y que tiene la amabilidad por bandera. R. Estamos polarizados. P. De hecho, el autocuidado está muy de moda en sociedades en las que ya gozamos de bienestar. ¿Es elitista?R. Es en las sociedades avanzadas y cómodas en las que la crisis psicológica se puede desarrollar. Si no tienes seguridad o alimentos, no estás pensando en si estás realizado, estás en ver si te comes los garbanzos. Eso no quiere decir que haya una relación entre el desarrollo socioeconómico y cultural de una sociedad y la luminosidad de la conciencia de sus individuos. Hay sociedades muy mal organizadas que han dado maestros espirituales increíbles. Y hay gente que vive cómoda que es profundamente estúpida y que sufre mucho por su propia estupidez.

Mariano Alameda, exactor, yogui y escritor: “Tenemos un mundo gobernado por necios” | Gente
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