La boda que Laura organizó el pasado año en nada se pareció a la que sus padres celebraron tres décadas atrás. Ella y su ya marido tenían claro qué era lo que querían para su gran día: una ceremonia sencilla, pero elegante; un banquete que sorprendiese a los invitados, pero sin demasiados lujos; y una fiesta posterior que dejase sin energía a las 75 personas que acudieron. Aunque consiguieron cumplir con las expectativas que ellos mismos tenían, un año después sienten que se pasaron un poco de la raya. “Estoy convencida de que con menos estímulos hubiese salido igual de bien, pero no hicimos caso al dicho de menos es más”, afirma. Esta sensación no es ni única ni nueva: las bodas han pasado de ser celebraciones familiares a convertirse en eventos multisensoriales diseñados únicamente para impresionar a los asistentes y dar la sensación de que la suya es la mejor a la que nunca han acudido. Y si no que se lo digan a Jeff Bezos y Lauren Sánchez, cuyo matrimonio celebrado en Venecia ha copado los titulares de medio mundo y muchos han calificado la cita de “hortera”. “La boda que ideamos en un principio nada tiene que ver con la que luego fue. Estar todo el día en internet te genera unas necesidades que no sabías que querías y que son fáciles de adaptar y de incluir a la tuya”, afirma Laura. El papel de las wedding planners es fundamental en este tipo de celebraciones, personas capaces de organizar hasta el más mínimo detalle para ayudar a la pareja. Pero precisamente, desde este tipo de empresas también aconsejan que lo ideal es que cada uno se plantee una boda que realmente le identifique. “Se está marcando la tendencia de que lo veo y lo tengo que hacer. Les recuerdo que hay que personalizarlo con sus gustos y que cada pareja es un mundo. Hay parejas que disfrutan y son menos vergonzosas y no les da reparo hacer una entrada o traer a King África; hay otras a las que no les va eso. Si realmente no va contigo, no tengas la obligación de hacerlo”, recomienda Mapi Casado, CEO de Me Caso con Mapi. Y añade: “Muchos piensan que si no lo hacen, su boda no va a ser recordada como otras”. Más informaciónPuestos de comida, charangas, fotomatón, ilustradores, colchonetas hinchables… todo vale y todo tiene cabida. Con tantos estímulos, muchos han llegado a comparar estas citas con parques temáticos. “Estamos en un mundo lleno de estímulos y de lo inmediato. Ha influido en que las bodas hayan evolucionado y se vean cosas nuevas. Llegas y casi no sabes dónde mirar o no te da tiempo de ver todo. Ahí nace nuestra figura. Antes era contratar la música y el catering, pero ahora hay tantas cosas…”, explica María Oronoz, de la empresa Martina por el norte. Uno de los problemas al que se enfrentan muchas parejas es que el presupuesto inicial se supera por la cantidad de extras que se añaden para intentar sorprender a los invitados. Peter Dazeley (Getty Images)Es entonces cuando llega un problema al que se enfrentan muchas parejas: el presupuesto inicial se supera. “Hay parejas que podrán y otras que no podrán. Que no tengan esa obligación de decir: ‘Voy a hacerlo así porque si no mi boda ni va a ser la boda del año ni va a ser recordada’. No. Tu boda va a ser recordada por tus amigos y familiares porque es un día que no lo vais a volver a vivir, independientemente de que traigas a un artista o no lo traigas”, apunta Casado. Eso mismo pensó Laura: “Nos pasamos del presupuesto inicial y después nos dimos cuenta de que no hacía falta, que hubo cosas a las que ni siquiera se le prestaron atención. Es importante cuidar los detalles, pero con los pies en el suelo. Si volviese a celebrarla, sé que invertiría más en el menú y no tanto en otras cosas para amenizar la fiesta como disfraces, pistolas de burbujas…”. Desde Martina por el norte afirman que la creencia tradicional de que se recupera algo de dinero con este tipo de celebración es errónea: “Si pones todo tipo de extras es imposible. El cubierto por menos de 230 euros no te va a salir… o sea que muchas veces ni sin poner extras se recupera lo invertido”. Con la globalización, cada vez es más fácil y rápido copiar aquellas tendencias que están ocurriendo en otra parte del mundo y adaptarlas al gusto de cada pareja. Las redes sociales están teniendo un rol fundamental en este asunto. “Instagram nos está haciendo mucho daño en general a todos y es una de las causas por las que hay bodas que se van un poco de las manos. Prefieren poner algo bonito que algo que funciona. Por ejemplo, prefieren no pagar autobuses porque eso no lo ve nadie en Instagram, pero ponen unas luces y fotomatón o algo por el estilo. Realmente tus invitados a lo mejor agradecen mucho más un autobús”, explica Sonia Morvan, wedding planner de La Perfecta Prometida. Es por eso que, en ocasiones, los invitados pasan a un segundo plano. “Tenemos un novio que está obsesionado con que sus invitados no pasen calor. ¿Por qué? Porque él ha estado en muchas bodas, les han tenido en el sol y no les han cuidado”, señala Morvan. Y añade: “Antes era: ‘He comprado unos pañuelitos y unos abanicos, les va a encantar a los invitados’. Ahora ponen un grupo de música. Cuando acaba el grupo, el fotomatón. Cuando acaba el fotomatón, el 360º y entre medias vamos a hacer la hora loca. No hay horas suficientes para tenerlo todo”. “Es preferible hacer un par de cositas en condiciones que recargar y que los invitados a veces no sepan por dónde ir”, explica la ‘ wedding planner’ Mapi Casado. Hinterhaus (Getty Images)En la misma línea opina Casado: “Es preferible hacer un par de cositas en condiciones que recargar y que los invitados a veces no sepan por dónde ir. Hay que tener un poquito de control en eso y hacer todo con cabeza”. Es entonces cuando muchos novios creen que cuantos más estímulos haya será más sorprendente. “Si vas a una boda que no hay nada, muchos pueden pensar: ‘Pues vaya. No se han gastado nada’. Y es una pena. A mí me parecen mucho más elegantes las bodas más discretas, en las que te has currado la estética y en las que no hace falta montar un circo”, resalta Oronoz. Igual que nacen nuevas tradiciones, hay otras que parecen caer en el olvido. Cada vez son menos las parejas que deciden dar un obsequio como recordatorio del día. “Muchos piensan: ‘Para que voy a regalar algo, si ya se van a llevar la foto del fotomatón, las alpargatas que ponga por la noche…’. No le dan tanta importancia como antes. Ahora muchos deciden donarlo a asociaciones”, explica Morvan. Un año después de su boda, Laura tiene claro qué es lo que le diría a su yo del pasado: “Menos es más. Querer abarcar todo no es sinónimo de nada. El día de tu boda tiene que ser para disfrutar con familia y amigos, no para estar pendiente de mil estímulos que a veces quedan en un segundo plano. A mis amigas ahora les digo que hagan lo que de verdad quieran y no se sientan presionadas por intentar dejar huella”.

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