María Jesús Barrena Morcillo recuerda que, con 15 años, mientras todas sus compañeras de colegio en Calamonte (Badajoz) —una localidad con apenas 6.000 habitantes— hablaban de la primera menstruación, los cólicos y compresas, ella seguía esperando que le llegara la regla. Lo más cercano que había vivido hasta ese entonces, fue cuando notó que le bajó un flujo marrón bastante oscuro que duró un día. “¿Aún nada?”, le solía preguntar su madre preocupada. “No”, respondía Barrena, sintiendo el peso de esa palabra más allá de lo que podía explicar. Otra imagen permanece grabada en su memoria: la de estar sentada en la sala de espera de un centro sanitario con muchas dudas pasando por su cabeza. “No tienes el aparato reproductor desarrollado”, le dijo el médico de cabecera que la examinó en aquella ocasión. Un año después, volvió a pedir cita con el mismo doctor pero la respuesta fue similar. “Me recetó la pastilla anticonceptiva y comencé a tener reglas falsas. Con un salvaslip me bastaba para todo el día”, cuenta mientras repasa su historia.Más informaciónBarrena siempre había sido una persona muy activa, pero comenzó a experimentar algo parecido a “un apagón”. A los 18 entró a la universidad a estudiar la carrera de Biología. Mientras todo el mundo a su alrededor tenía ganas de ir a fiestas, ella solo deseaba estar escondida en un rincón. Luego dejó la píldora y se mantuvo alejada de cualquier tipo de tratamiento por un tiempo. Hasta que decidió visitar a un ginecólogo privado de Mérida para obtener una segunda opinión. Porque, aunque intentó ignorar lo que sentía, sabía que algo no andaba bien. Ella tenía la vagina “seca como una pasa” y cada vez que tenía sexo le dolía por la falta de lubricación. También subió 15 kilos y desarrolló un trastorno de la conducta alimentaria que arrastra en la actualidad.El especialista dio en el clavo, pero su diagnóstico llegó siete años tarde: insuficiencia ovárica primaria (IOP). “Descubrí que por las hormonas, yo era menopáusica. No tengo folículos y me dijeron que nunca iba a tener la regla”, cuenta. “Me lo tomé normal, yo sabía que no estaba loca”, expresa la mujer de ahora 31 años. Aunque se le conoce como fallo ovárico prematuro, menopausia temprana o precoz, son términos que están desactualizados y por ello, no son correctos. Un aspecto en el que enfatiza la ginecóloga Misericordia Guinot, coordinadora del Grupo de Insuficiencia Ovárica Prematura de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM).“Se ha llamado de muchas maneras, pero se deja como insuficiencia ovárica primaria porque abarca todas las condiciones de lo que es. El ovario no deja totalmente de trabajar, siempre queda algún folículo y hay una posibilidad de gestación de un 5 a un 10%”, asegura la especialista. La IOP ocurre cuando los óvulos crecen, maduran y dejan de funcionar correctamente antes de los 40. El endocrinólogo estadounidense Fuller Albright fue el primero en describir esta condición en 1942. No implica que una mujer esté envejeciendo prematuramente. Significa que sus ovarios ya no funcionan con normalidad. Para las pacientes, los periodos menstruales se vuelven irregulares o cesan del todo, lo que se conoce como amenorrea. Un metanálisis revela que afecta al 3,7% de las mujeres en el mundo. Pero otra investigación encontró una prevalencia del 1.1%, observándose variaciones según si eran mujeres caucásicas (1%), afroamericanas (1,4%), latinoamericanas (1,4%), chinas (0,5%) y japonesas (0,1%).Marta Marcè, nutricionista y comunicadora especialista en menopausia, en su casa en Sant Cugat, Barcelona. Albert GarciaY pese a que el médico privado le explicó a Barrena lo que estaba sucediendo en su organismo, sucedieron “muchísimas cosas” que fue entendiendo con el paso del tiempo. Barrena también tiene otros síntomas vinculados a la menopausia que aparece en mujeres con 50 años, como sofocos, sudores nocturnos en verano o alteraciones en el estado de ánimo. “Yo voy con el abanico a todas partes. Lo tengo super normalizado”, dice, como quien ha hecho las paces con un visitante incómodo que no piensa marcharse. Esta sensación de calor súbito también forma parte de la vida de Marta Marcé, que tenía 26 años en el momento en que todo empezó a cambiar. “Cuando entras en una perimenopausia tan precoz, donde realmente estás en otro momento, a los demás se les hace complicado entenderlo”, cuenta desde Barcelona y con ahora 40 años; pero a diferencia de Barrena, la IOP de Marcé no fue espontánea. Se desencadenó luego de que le extrajeran los ovarios y útero porque su médico detectó dos tumores malignos. “Yo ingresé al quirófano sin saber bien qué pasaría. Entré en menopausia en cinco horas y desperté de la anestesia con un sofoco”, recuerda. En este caso, se trató de un procedimiento inducido quirúrgicamente. Un salto brusco hacia un cuerpo distinto, al que tuvo que aprender a habitar de nuevo, pues ella sentía que estaba viviendo una edad que no era la suya.Un déficit hormonal congénito o inducidoCuando María Jesús Barrena estaba en el vientre de su madre, durante la fase embrionaria, no desarrolló los folículos que contienen óvulos no maduros. Nació con un “déficit de estrógenos”, una hormona que es esencial para la salud del corazón, los huesos y el cerebro.La IOP es al mismo tiempo una patología endocrinológica porque se trata de un fallo en el ovario que es, al mismo tiempo, una glándula endocrina que se encarga de generar hormonas femeninas como la progesterona. Esta sustancia química, que se secreta en la sangre, prepara el útero para la implantación de un óvulo fecundado y ayuda a mantener en buenas condiciones la placenta durante el embarazo. Se trata del agotamiento temprano de la masa folicular del ovario, señala un estudio de la AEEM. María Miguélez, endocrinóloga e integrante del Grupo de Gónadas de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, explica que el tratamiento se basa en la terapia sustitutiva que imita la producción hormonal del ovario. “Tiene como objetivo controlar la sintomatología, mejorar la calidad de vida, mantener la salud cardiovascular, ósea y cognitiva”, señala Miguélez. Es vital que el tratamiento llegue temprano, algo que no sucedió con ambas mujeres. Barrena se asentó en Lisboa luego de hacer un Erasmus. Solo viajaba a España a visitar a su doctor. “Desde los 22 hasta los 26 estuve mal medicada. Me decía que mis síntomas eran normales, pero no me ayudó a tratarlos”, cuenta. Cada vez que tenía cita médica salía llorando porque su ginecólogo “era una persona hostil”. Ella recuerda que en una ocasión tuvo un ataque de ansiedad porque el especialista asoció un pico de prolactina con la presencia de un tumor. En realidad, se trataba de una infección de un piercing.En la época en que Marta Marcé recibió su diagnóstico se puso a investigar debido a la falta de información, que era más notoria hace 14 años. “No me quería conformar con esa calidad de vida porque esto no es solo dejar de menstruar. Algo dentro mío me hacía pensar que sí era importante lo que comía, el ejercicio y así fue”, relata.Ahora se desempeña como nutricionista especializada en menopausia, motivada por su propia historia. “Te sientes diferente y se da por hecho de que es imposible que esto te pase a otra edad”, expresa Marcé. Barrena en la actualidad recibe estrógenos a través de un parche, lo que ha mejorado su calidad de vida. Además, toma suplementos alimenticios como omega 3 y 7, que ayudan al cerebro. “En el futuro si me das algún pequeño detalle sobre la conversación que estamos teniendo, pues no me voy a acordar”, asegura Barrena, pues ella tiene problemas de memoria a corto plazo.En líneas generales, las recomendaciones nutricionales para mujeres con IOP son similares a las que se dan durante la menopausia natural, indica la nutricionista y dietista Júlia Farré. La razón principal es que, aunque la edad cronológica sea diferente, las consecuencias fisiológicas de la disminución de estrógenos son comparables.Lara Roca, fotografiada en el recinto de la finca Oller del Mas (Manresa).massimiliano minocri“La vitamina D es fundamental para la prevención de la pérdida ósea acelerada y contribuye al buen funcionamiento del sistema inmunitario. La vitamina K2 en algunos casos, puede ser útil para mejorar la mineralización ósea en combinación con la vitamina D”, agrega. De todos modos existen matices. Dado que estas mujeres aún son jóvenes, se deben considerar “sus necesidades energéticas, su estilo de vida activo y su salud reproductiva si están bajo tratamiento hormonal sustitutivo o desean preservar fertilidad”.Un problema invisibilizadoHay mujeres para quienes este tránsito hacia otra etapa llega mucho antes, cuando, tal vez, la vida debería situarse en otra parte. La historia de Lara Roca comenzó con un bulto en el pecho. El diagnóstico de cáncer llegó cuatro días antes de embarcarse en un nuevo proyecto profesional en Argentina en 2023. Desde la ciudad de Manresa, rodeada de macizos montañosos en el corazón de Cataluña, Roca cuenta por videollamada que estuvo en quimioterapia por seis meses. “Fue un tratamiento duro, pero lo llevé bien”, recuerda. Después empezó una medicación hormonal porque cerca del 85% de su tumor se alimentaba de estrógenos. “Con estas pastillas lo que haces es neutralizar las hormonas de tu cuerpo”, explica.Con la bajada de estrógenos, Roca es propensa a las infecciones. También el plano sexual se ha visto afectado. “No se habla mucho porque somos una pareja joven, pero te baja mucho la libido” cuenta. La quimioterapia también destruyó toda su reserva ovárica.“La maternidad es lo último que pasa por tu cabeza, pero si es verdad que me hicieron una extracción ovárica para congelar óvulos”, dice. Su cuerpo, por otro lado, comenzó a manifestar síntomas como sofocos —igual que Barrena y Marcé—, dolor de articulaciones y sequedad en boca, vagina y ano. Los probióticos y geles le han ayudado a aplacar estas molestias.“Soy superactiva y no dejaré de hacerlo. No paro porque tengo muchas ansias de vivir porque he estado mucho tiempo sin poder hacer muchas cosas que me gustaban”, dice con convicción. María Jesús Barrena se lamenta de haber estado años sin saber lo que tenía exactamente. “A nadie se le encendió la bombillita. La ciencia nos ha dejado de lado porque somos cíclicas”, concluye.

Shares: